Buenas a todos; comparto con vosotros mi primera crónica propiamente dicha. La he hecho para clase, en poco menos de veinte minutos y sin guión previo, pero aún así el resultado me ha convencido bastante.
La crónica narra la manifestación del pasado 15 de Mayo en Barcelona, espero que os guste y depositéis vuestras opiniones:
La Marea amarilla
Miles de personas protestan pacíficamente en la ciudad condal
Indignados, airados, enfurecidos, desengañados, defraudados, inconformistas; pero también pacíficos, racionales, respetuosos e ilusionados. Ilusionados por un cambio, convencidos de que es posible y decididos a pasar a la acción. Así se sentían los cerca de quince mil manifestantes que tomaron las calles de Barcelona el pasado 15 de mayo para llamar al orden y apelar al sentido común, y exigir una reforma de la ley electoral para acercarse a lo que reclaman en última instancia: una democracia real.
Bajo un sol de justicia, los manifestantes se concentraban en la céntrica Plaça Catalunya, desde donde debía iniciarse la marcha. La ebullición de tanto descontento producía intensas burbujas en forma de consignas, a cual más inspirada y elegíaca. ¨Hay poco pan para tanto chorizo¨ fue de entre todas la más coreada. Antes del inicio de la marcha, precedida por el correspondiente pregón de sus organizadores, se unió a la multitud un pequeño pero feroz reducto de protestantes con una consigna clara ¨5.000.000 de parados y subiendo¨.
¿Pero quién había sido? ¿Qué partido político logró agrupar a tal multitud? Ninguno. Fue el pueblo el que respondió masivamente a la llamada de una sencilla y discreta asociación de semejantes, de iguales que trabajaban y padecían junto a todos ellos. ¨Los partidos políticos no nos representan¨ gritaban una vez tras otra los organizadores, adalides del movimiento, tanto durante su pregón inicial como a lo largo y ancho de la movilización. Todo el mundo atendía, escuchaba, y respondía; la voz de unos pocos se convirtió en la de muchos, no por tratarse de ningún tipo de representantes, sino por el sonido de las voces al converger.
Y fue entonces cuando se dio el primer paso hacia delante. Con cientos de pancartas y banderas de diferentes ideologías, nacionalidades e inclinaciones políticas, la multitud inició un intenso periplo que les llevaría aún hasta el famoso Parc de la Ciutadella. Y ya no había individuos: ni jóvenes ni ancianos, ni conservadores ni progresistas, ni radicales ni moderados; tan sólo un único organismo conformado por miles de personas, cuyo único objetivo era protestar para reclamar lo que, según su parecer, les pertenecía por derecho.
Mientras posaban sus pies sobre la tierra, los indignados no descuidaban lo que se hallaba por encima de sus cabezas. Saltando, bajando y elevándose una y otra vez, una gran esfera de plástico surcaba el mar de manifestantes y recibía la solidaridad de los mismos, que la propulsaban de un lado a otro sin cesar. No era aquella una esfera normal, en absoluto, se trataba de una especie de Piedra Rosetta, en la que todos ellos habían escrito sus pensamientos y reivindicaciones con total libertad, facilitando así la transmisión de sus opiniones e ideas.
Durante la marcha por la archiconocida Via Laietana, los manifestantes mostraron su indignación frente a la sede de C.C.O.O, sindicato que, consideran, les ha dejado de lado para buscar su propio interés. A lo largo del camino se sucedieron las muestras de apoyo, las incorporaciones y las paradas, acompañadas de alguna que otra sentada; y en varias ocasiones, sorprendía ver al conjunto de los manifestantes vueltos, observando un edificio que, para muchos, poco tenía de particular. Entonces, desde los últimos pisos, emergía una poderosa pancarta que, cubriendo la fachada, pasaba a engrosar la ya abultada lista de consignas y reclamaciones. Así pues, fue notoria también la más discreta aportación de algunos vecinos que, con enormes pancartas o sin ellas, apoyaban a los manifestantes desde sus balcones.
Para cuando llegó a su destino, la marcha había logrado su principal cometido: organizar una marcha sin incidentes en la que primasen la libertad, el respeto y la cordura. Ni un solo altercado, ni un contenedor ardiendo, ni un joven con el ojo morado; no obstante, las numerosas furgonetas de los Mossos d’Esquadra flanquearon y escoltaron desde el principio una manifestación que, desde su convocatoria, se declaró pacífica y civilizada.
Dentro del Parc de la Ciutadella, la manifestación abandonó su recta forma, expandiéndose para la posterior lectura del manifiesto. Atentos y expectantes, los asistentes se mostraron siempre respetuosos y dispuestos a seguir las indicaciones de los organizadores, logrando dejar para la posteridad el tono afable y cívico del acto en particular y del movimiento en general.