- ¿Por qué blandes tu espada contra mí, Leon? Como había supuesto no eres un ser completamente oscuro.
¿Elegirás el camino a la luz... o el camino a la oscuridad? Tranquilo amigo mío, la luz que aún queda en ti está apunto de desaparecer. Voy a enseñarte el verdadero terror.La tensión era más que evidente. Éste podía ser su último combate, y Leon era consciente de ello, pero ya había llegado allí y no pensaba dar media vuelta. Los trucos de las llamas oscuras del Bom no le impresionaban. Se encontraba frente a su Rey, baraja en mano, y estaba dispuesto a vengar a su compañero emplumado. ¿Camino de la luz? Sin duda
Squallrukawa no entendía nada: Kué había sido parte de Leon y Leon de Kué, y había sido su propio Rey quien había osado arrebatarle un trozo de su Oscuridad. ¡Y todavía se atrevía a hablarle de Luz!
El recuerdo de Kué despertó un poder que muchos guerreros habrían pensado imposible en un simple Palo de la Cofradía.
- ¡10.000 ESPINAS OSCURAS!
Con una llamarada de odio en los ojos cargó contra Squallrukawa, en una sucesión de golpes tan rápidos que habrían sido imperceptibles para la mayoría de los guerreros que estaban luchando bajo sus pies en esos momentos. Era el ataque más poderoso de Leon, que no había utilizado aún en ninguna batalla contra la Luz, pero aún así no pareció hacer efecto contra Squallrukawa. Los diez mil ataques rebotaron contra su armadura de cartas como si estuviera protegido por un aura inquebrantable de Oscuridad. En cambio, las cartas de Leon iban perdiendo fuerza con cada ataque, desgastándose cada vez más.
Ya no le quedaba poder suficiente en las cartas para poder asestar más golpes a su adversario, así que se retiró unos pasos, mientras su mente barajaba las opciones que tenía.
- Bueno... no esperaba tener que llegar a esto, pero no cabe duda que este combate tiene que acabar por todo lo alto -rió Leon, con un hilillo de sangre cayendo de su boca por el esfuerzo de su último ataque-
Sacó de su túnica la pluma negra de Kué que había recogido anteriormente y dejó que una gota de su sangre cayera sobre ella. Una esfera oscura cubrió la pluma y empezó a girar sobre sí misma a toda velocidad.
- Más negro que la oscuridad, más rojo que la sangre que fluye... atrapado en las corrientes del tiempo, que la muerte y la sangre se unan en una espiral de caos y destrucción, aquí y ahora. ¡¡VÍNCULO DE OSCURIDAD ETERNA!!
La esfera siguió girando hasta que alcanzó su velocidad límite y, de repente, estalló. Una cegadora luz roja salió de su interior, iluminando gran parte de la azotea. Un rugido infernal salió de dentro de la esfera, y otro le respondió unos segundos después. Un intenso batir de alas hizo que Squallrukawa tuviera que dar un paso atrás y cubrirse los ojos, y cuando los abrió de nuevo se encontró dos figuras amenazadoras al lado de Leon. Vio las imponentes alas que le habían hecho retroceder, y también vio un cuerno giantesco que podría cortar a un hombre a la mitad sin demasiados problemas.
¿Estaba atemorizado? Sin duda debería, pues era el poder definitivo. El poder de la Oscuridad más allá de la muerte, que ni el propio Creador se atrevería a tomarse a la ligera. ¿Apreciaría Squallrukawa la justicia poética de todo aquello? ¿Que había sido él quien había creado el horror que le daría muerte? Poco importaba ya, pues el fin estaba cerca.
- ¡IXION OSCURO! ¡VALEFOR OSCURO! ¡ES HORA DE ACABAR CON TODO ESTO! ¡¡¡MARTILLO DEVASTADOR!!!
El rugido de las criaturas fue tal que, de no haber sido por la barrera protectora, habría helado la sangre de todos los guerreros que se encontraban en el Hall en ese momento. Leon también rugía, enloquecido, como si quisiera prestarles a los eones parte de su energía vital. Rayos negros salían de los eones, golpeando por igual la barrera mágica y la azotea del edificio, y destruyendo las zonas que golpeaban. Un nuevo rugido sirvió como señal: todos los rayos de Ixion y Valefor se unieron en una poderosa esfera de rayos y Oscuridad que creció cada vez más, hasta alcanzar un tamaño casi tan grande como el de la propia azotea.
Leon sonrió de nuevo, y mientras la esfera seguía creciendo, masculló unas palabras.
- Nos veremos en el infierno, mi rey.
La bola creció más y más, hasta engullir por completo la azotea y a sus dos ocupantes. La túnica de Leon se hizo jirones y su piel empezó a quemarse mientras los rayos le consumían. Su risa enloquecida fue lo último que oyó.
Notó algo cayendo sobre su cara. No podía moverse, pero sentía que algo iba mal. ¿No había muerto? ¿Cómo era posible? Consiguió abrir los ojos y vio una pluma negra. Dos. Tres. Un montón de plumas negras caían, cubriendo su cuerpo inerte. Una mortaja de Oscuridad de su fiel amigo emplumado, no podía imaginar un final mejor que ése. Pero entonces oyó un "Kué". Un "Kué" que parecía salir de las plumas, un Kué que le infundió unas fuerzas que no deseaba, pero después lo entendió: la Oscuridad de Kué viviría dentro de él, y eso Squallrukawa jamás se lo podría arrebatar.
Se levantó y miró hacia donde se encontraba su enemigo antes del ataque. No se veía nada más que un cráter y una polvadera que cubría toda la zona. Sin duda no había sobrevivido, nadie podría hacerlo a un ataque semejante... ¿verdad? Sus temores se confirmaron cuando la polvoreda se disipó, y Squallrukawa apareció, aparentemente sin un rasguño.
- No... ¡¡no es posible!!
Squallrukawa parecía estar riéndose y, antes de que Leon pudiera decir algo más, una Oscuridad infinita salió del cuerpo del Rey se extendió rápidamente por toda la azotea. Leon apenas tuvo tiempo de identificar a Anima antes de que la Oscuridad le engullera por completo.
(Creado el siguiente duelo)