Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Para temas que incluyen varios Final Fantasy. Podrás hablar de elementos recurrentes de la saga o hacer comparaciones entre distintas entregas.

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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by TashitaDissidia » 11 Jan 2013, 20:21

Aris, de haber podido, probablemente hubiera atravesado la roca. Estaba totalmente pegada a esta, mirando con los ojos muy abiertos la transformación de Abel. A esas alturas, estaba completamente segura de que nunca más volvería a librarse de la sensación de temor que, desde hacía unas cuantas horas, no hacía más que recorrer su cuerpo.

El moguri se situó al lado de su amiga, casi ocultándose tras ella. Aris pudo sentir perfectamente el nerviosismo de la criatura; no era más que un eco del suyo propio. Estaba claro que algo habían hecho mal, no podía ser que estuviera ocurriendo una desgracia tras otra.

Tras la advertencia de Abel, la muchacha se imaginó el peor de los infiernos. Se imaginó muerte, destrucción, entes sobrenaturales torturándola, horror y fuego por todas partes. Incluso se imaginó que su amigo se transformaría en una bestia inhumana, descomunal, proveniente de las profundidades del averno…Pero jamás se le habría pasado por la cabeza el hecho de que Abel se pusiera a hablar en plural, tal y como estaba haciendo. Tendría su parte de gracia…si estuvieran en una ocasión más alegre. En estos momentos, eso le parecía algo realmente malo.

Escuchó en un perfecto silencio toda la charla que aquella criatura con el cuerpo de su amigo le dedicó, sin inmutarse, sin tan siquiera pestañear. Mog, abrazado a su tobillo, no estaba en mejores condiciones.

Cuando ese ente mencionó al moguri, éste no pudo evitar saltar, enfurecido.

-¿¡Cómo que pedante, kupó!?-exclamó, totalmente ofendido.

Aris le dio un suave toque con el pie, mirándole de reojo, reprobando su comportamiento. No le haría mucha ilusión que Mog volviera a acabar muerto. No obstante, aquel ser, o seres, o lo que demonios fuera aquello que se había hecho con el control de su amigo, no pareció concederle importancia. Al fin y al cabo, había seguido hablando tranquilamente, como si nada hubiera pasado. Finalmente, hizo un agujero en la pared rocosa, dándole unas directrices a la muchacha antes de echar a volar.

La joven tenía la mirada prácticamente perdida. Aún no se creía que eso estuviera sucediendo; sencilla y llanamente, no podía ser real. Primero, un esquizofrénico la raptaba y la torturaba y, después, Abel sufría un ataque de bipolaridad extrema. Estaba claro que era una broma de mal gusto.

-Oh, venga ya-chistó, molesta-. Está claro que todo esto es real…

Se cubrió la faz con las manos, cansada. Lo único que quería era olvidarse de las últimas horas y despertarse en la cama de la habitación de la posada de Kaipo, como si todo aquello nunca hubiera tenido lugar. Y, para colmo de males, tenía que ir sola a un lugar completamente desconocido para ella. Probablemente acabaría perdida, dando vueltas en un gran círculo del que no sabría salir.

En esos momentos se preguntaba si no hubiera sido mejor haber muerto el día en el que el pueblo en el cual había vivido prácticamente toda su vida estalló en llamas.

-Vamos, Mog…-murmuró, saliendo del lugar por el agujero que había en la pared.

El moguri revoloteó hasta situarse al lado de Aris, mirándola con gran curiosidad.

-¿Te has cortado el pelo, kupó?

Podría haber desaparecido en mitad de la noche; podría haber sido torturada de mil maneras diferentes con total facilidad; podría haber acabado muerta en varias ocasiones…Pero su amigo, en lugar de preguntar por su humor, por cómo se encontraba tanto a nivel físico como a nivel emocional…prefería preguntarle por su pelo.

No obstante, una pregunta tan absurda como esa, tan simple, hizo que la muchacha emitiera una pequeña risita por primera vez desde el comienzo de aquella pesadilla. Miró al moguri tras pasarse una mano por los humedecidos ojos y le dio un beso en una de sus rosadas mejillas.

-Gracias, Mog.

-¿He hecho algo, kupó?

Aris sonrió un poco y siguió andando, entrecerrando ligeramente los ojos al ver la clara luz del sol. Una ligera brisa golpeó su rostro con suavidad, arrancándole un suspiro. Pensó que jamás volvería a sentir algo así. Hasta el más nimio de los detalles le parecía una bendición después de aquella odisea en esa claustrofóbica cueva.

-¡Oh, un segundo, kupopó!

La muchacha alzó una ceja, mirando cómo el moguri se internaba de nuevo en la caverna, haciendo que su compañera lanzara una tajante orden para que volviera, la cual fue completamente ignorada. Aris se acercó a la entrada, llamando a Mog, el cual apareció al poco tiempo con un pequeño objeto en la mano.

-¡Casi se me olvidaba! Tienes el bolso roto y manchado, dudo que lo quieras, kupó… ¡Pero esto es muy importante, kupopó!

-¿Qué…?

Aris extendió una mano en la que Mog dejó caer aquello que portaba, haciendo que la joven sintiera un ligero escalofrío.

-Lucca…-murmuró, sintiéndose culpable.

Había olvidado la pequeña rosa de los vientos de cristal que su hermano pequeño la había regalado hacía años, el único objeto que le quedaba de él. La apretó fuertemente, llevándosela a los labios. ¿Cómo podía haberse olvidado de recogerla?

La observó largo rato, recordando la agradable sonrisa de Lucca, su vocecilla llamándola cuando volvía a casa tras un día de curiosear por los alrededores, como solía hacer de vez en cuando, siempre sin alejarse demasiado. Había tantas cosas que querría haberle dicho…Pero lo que más le importaba era volver, visitar su tumba y pedirle perdón por todo lo que había pasado. O por lo que ella creía que había pasado.

-Aris, ¿sabes hacia dónde tenemos que ir, kupó?

La joven se sobresaltó levemente, negó con la cabeza y se colgó el cristal del cuello, colocando con cuidado la cadena de plata. Aun le dolía gran parte de su cuerpo, apenas podía subir los brazos demasiado.

-No tengo la menor idea-contestó, dejando caer los hombros, haciendo una pequeña mueca de dolor-. Pero debemos darnos prisa. Hay que traer a Abel de vuelta, aunque tenga que cogerle del cogote y darle golpes contra una pared hasta que le explote la cabeza.

-¡Cómo deseaba oír de nuevo tus incongruencias, kupopó!

La muchacha esbozó una torcida sonrisa, sin concederle mucha importancia. Realmente, no se encontraba con mucho sentido del humor, pero tampoco quería preocupar innecesariamente al moguri. Además, no deseaba recordar nada de lo que había pasado. Daría cualquier cosa por olvidarse de Gabriel y de sus macabros actos, pero ese recuerdo la acompañaría durante el resto de su vida y, cuanto antes pudiera aceptarlo, tanto mejor. Pero, por lo pronto, prefería obviarlo.

Bajó la vista, mirándose con repulsión la muñeca donde lucía aquella espantosa marca, y pasó un par de dedos por la misma, lanzando un quejido mientras los apartaba inmediatamente. No tenía nada a mano para poder cubrírsela, así que tendría que tener especial cuidado. El dolor que sintió al rozarla fue insoportable.

-Uhm…Vayamos hacia el norte, si damos la media vuelta…-terminó la frase con un vago gesto de la mano.

Mog asintió, sin dejar de observar atentamente a su compañera.

-Tendría que haber estado más atento, kupó… ¡Pero me pilló por sorpresa! No volverá a pasar, te prometo que no pegaré ojo nunca más, kupó. ¡Estaré siempre haciendo guardia para que nadie se acerque a ti, kupopó!

-Mog, no fue tu culpa. Simplemente, pasó, nada más.

El moguri hizo un pequeño gesto con la cabeza y miró hacia el horizonte.

-¿Tenemos que andar taaaaanto, kupó…? Desde aquí no se ve ese castillo, así que tendrá que estar muy lejos, kupopó…

-Como si tenemos que recorrernos el mundo entero a pie, Mog-dijo seriamente Aris-. No voy a dejar que un ser esquizofrénico controle a Abel.

Lo cierto era que la joven estaba tan agotada que apenas se veía capaz de andar más de diez minutos, pero tenía que hacer un esfuerzo, aunque tuviera que acabar arrastrándose por el mismo suelo para llegar al lugar al que debía ir. Además, las palabras de aquel ser todavía resonaban en su mente.

‘’Sin ti nunca lo hubiésemos conseguido’’

¿Sin ella? ¿Qué se suponía que había hecho? También había mencionado a Gabriel…pero eso no le extrañaba. Lo extraño sería que ese desquiciante tipo no estuviera de por medio. Pero… ¿ella? Simplemente, no terminaba de entenderlo. Entre otras muchas cosas que no entendía, como el hecho de que se hubiera referido a Gabriel con el término ‘’hermano’’.

-¡Ariiiiis, kupóoo!

Aris despertó de su ensoñación con un ligero sobresalto y giró la cabeza hacia la criaturita.

-Oh, lo siento, Mog… ¿decías?

-Decía que tendrías que tratarte esa herida cuanto antes, kupó-comentó, señalando su muñeca-. No pinta nada bien.

Aris ni siquiera la miró. Siguió andando, sin mediar palabra con su amigo, y ese silencio tan impropio entre ambos siguió manteniéndose durante un buen rato. Mog miraba de reojo a la muchacha, sin saber qué decir. Sentía que algo en ella había cambiado, podía sentir que, a pesar de haber escapado de Gabriel, aun tenía miedo, y era un temor que le costaría superar. No sabía cómo podría ayudarla, pero hubiera dado cualquier cosa por poder hacerlo.

Tras un largo tiempo de caminata, la chica logró vislumbrar lo que parecían ser las ruinas a las que tenía que ir y, sin previo aviso, detuvo su avance, haciendo que el despistado Mog chocara contra su espalda.

-¿Kupó…?

La muchacha tragó saliva, controlando como buenamente pudo los nervios que comenzaban a recorrerla. Necesitaba serenarse, saber qué tenía que hacer antes de adentrarse en aquel lugar, aunque dudaba mucho de que pudiera hacer ni una cosa ni mucho menos la otra.

-Ánimo, kupó. Ya verás como todo saldrá bien.

-Eso me gustaría creer, Mog…

El moguri se situó al lado de Aris, colocando uno de sus bracitos sobre su hombro mientras asentía, confiado. La joven desvió ligeramente la vista, sin mudar su expresión entristecida y miedosa, y echó de nuevo a andar hacia las ruinas.

-Que pase lo que tenga que pasar…
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by Nube de oscuridad » 11 Feb 2013, 22:26

Ya no quedaba vestigio de vida alguna en el páramo desértico que antaño había sido de los más prósperos reinos del planeta azul.
El silencio que reinaba entre sus paredes desde hace años se rompió con las pisadas de un hombre que volvía a su patria después de tanto tiempo.
La niebla cubría vagamente el suelo del castillo, dejando escapar un lamento de desesperación, tristeza y sufrimiento. Música para los oídos de la más profunda oscuridad, nacida de un corazón de luz.

- ¿No sale nadie a recibirnos?- dijo, mirando a los lados con una irónica sonrisa para luego llevarse las manos a la cabeza- ¡es verdad! ¡los matamos a todos! Que despiste por nuestra parte.

Continuó caminando, sin evitar poder reírse por sus propias palabras. Los vagos recuerdos de Abel afloraban cada vez que la oscuridad veía algo que había sido importante para el chico. Pero él ya no existía. Solo existían sus recuerdos, sepultados por la crueldad y el frío de la más profunda maldad.
Se sentó en el trono, y echó la cabeza hacia atrás. La oscuridad rememoró lo ocurrido hacía casi quince años.




“-Nosotros no podemos hacer nada más- dijo Abel, a su corta edad de cuatro años.
-Hijo, ¿de que estás hablando?- su padre parecía confuso. Su hijo nunca se había comportado como lo había hecho durante los últimos minutos.
-Te diremos lo que ocurrirá: Primero destruiremos tu reino, al que amas por encima de nuestro recipiente, y luego, acabaremos con aquella a la que amas más que tu trono y tu poder. Por supuesto a ti te dejaremos vivir un tiempo, pero al final también te mataremos, y ese será el último de tus castigos por no cuidar de nuestro cuerpo como él requería”
Sin dejar a su padre contestar, el que parecía Abel a los ojos del rey, pulverizó a los soldados que custodiaban la sala del trono con solo mirarlos, luego, salió despacio de la sala, sellando la puerta.
-Te dejaremos salir llegado el momento. Y cuando ocurra, te sugerimos que te dirijas a tus aposentos, de lo contrario quien sabe lo que puede ocurrir”





Lanzó una carcajada. Le resultaba satisfactorio recordar todo aquellos, así como saber que a lo que denomina “su recipiente” se culpó de todos los hechos.
Todo lo que venía después era un vago recuerdo de cómo asoló en apenas unos minutos todos y cada uno de los rincones del castillo Todos menos uno: los aposentos de los reyes.
Aquella parte de la historia estaba más nítida




“-Hijo, menos mal que estás bien- dijo una mujer, lanzándose a abrazar a Abel.

-Detente humana- dijo alzando la mano y creando unas cadenas de oscuridad con las que inmovilizó a la reina- Nosotros no somos tu vástago.

“La mirada de sorpresa de la monarca se borró de su cara a los pocos segundos, para transformarse en una cara de preocupación y terror. Comenzó entonces a gritar.

-¡Abel! ¡Cielo! Se que puedes oírme. Por favor lucha. No te dejes vencer. Hazlo por mamá, hazlo por todos. No olvides que contamos contigo mi amor.

-¿Acaso no comprendes que no te oye? Ya nada puedes hacer por él.

Ella negó con la cabeza, dejándose caer, de rodillas, al suelo.

-No...- susurró, comenzando a llorar.

-¿Por qué lloras hembra? ¿Acaso no fuiste tú la que nos introdujo en este cuerpo? ¿ No fuiste tú la que hizo nacer la oscuridad en tu propio hijo?

-¡Tenía que salvarle!- grito a viva voz. –No podía dejar que muriese. Era la única forma de salvarle

-Estúpida- dijo, para luego reírse- Aquel mago que te ofreció salvar a tu hijo, estaba siendo manipulado por nosotros. Era una mentira. No era la oscuridad lo único que podía salvar a tu hijo de la muerte. Su corazón es luz pura, cosa que provocaría la muerte de muchos humanos y solo podía curarse introduciendo en su cuerpo la más absoluta oscuridad. Pero Abel es especial. Su cuerpo podría soportar la luz que emana su corazón con un entrenamiento adecuado.

-No-dejó escapar- Mientes...

-En tu ignorancia has sentenciado a tu pueblo, a tus seres queridos, y a todo el planeta azul.

Las lágrimas caían ininterrumpidamente por las mejillas de la reina.

-Por supuesto, como muestra de agradecimiento, te mataremos rápido.

Un rayo negro originado en la mano de Abel salió despedido hacia la chica. La oscuridad sintió algo. El chico estaba luchando por recuperar el control. El rayo, que se había desviado ligeramente, atravesó a la reina, provocando un estallido de luz en lo más profundo de la consciencia de Abel, que cayó al suelo, desmayado.”





Los recuerdos de la oscuridad no iban más lejos, pero esta, con la necesidad de saber que había ocurrido, indagó en los recuerdos de Abel.




“El pequeño chico despertó, confuso por lo que había pasado. Lo último que recordaba era haber visto a un hombre que se hacía llamar Gabriel susurrarle unas palabras al oído.
Observó el caos que se había formado a su alrededor. No tardó en ver a su madre, tirada en el suelo, manchada de sangre. Ahogó un grito. Ella le vio. Reconoció a su hijo en la inocente mirada del chico.

-Acércate, hijo mío- dijo como buenamente puso, en un susurro, dejando que el viento llevase su voz.

Él se levantó a duras penas y obedeció, arrodillándose junto a su madre. Esta le paso la mano por la mejilla con una sonrisa tranquilizadora para el chico, que no pudo leer el sentimiento de culpa en sus ojos.

-Ocurra lo que ocurra, amor mío, te digan lo que te digan, tú no tienes la culpa de nada. Se feliz por mi. Se feliz por el reino, ya que esto no podrá volver a serlo. Lo harás, )verdad?

Así, cerró los ojos, dejando salir una palabra con su último aliento. “te quiero”.

¿Mamá?-dijo el chico, sin creerse lo que acababa de ocurrir.- No mamá, no te vayas, te necesito. Seré feliz, pero contigo. ¡Mamá!

No sabía que más hacer aparte de llorar. Y así lo hizo, lloró y lloró junto a su madre, sin ser consciente del paso del tiempo. Lloró hasta que apareció su padre por la puerta, blandiendo una espada, gritando el nombre de su esposa.
Allí estaba, muerta, junto a Abel

-Tú- dijo al ver las lágrimas en sus ojos- ¡tú no eres mi hijo!

Se abalanzó sobre él. Sus ojos emanaban furia, y sed de venganza. Quería acabar con la vida de su hijo como pago por la de su amada.
Abel esperó la muerte. No sabía como defenderse de su padre. Pero nunca llegó. En su lugar, el rey calló rendido sobre el suelo, boca abajo.
Varios shurikens estaban clavados en la espalda de éste. Un hombre salió de la nada y se arrodilló ante Abel. Su vestimenta delataba su origen

-Tranquilo, no ocurrirá nada. Nosotros estamos aquí- dijo- Somos los ninjas de Eblan. Estás a salvo”


Ya sabía todo lo que necesitaba, pero aún así no era capaz de entender como la débil luz de un niño había logrado retener la oscuridad.
Ahora eso no le preocupaba. Abel, o al menos su cuerpo, sonrió con malicia.

-Así que ya estás aquí, Aris. Bien. Nos gustaría agradecerte tu colaboración.
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by TashitaDissidia » 12 Feb 2013, 11:52

Aris paseó la mirada por el lugar, sintiendo un extraño vacío en lo más profundo de sus entrañas ante lo solitario del paisaje, como si la mano de la muerte hubiera cubierto por completo la zona, dejándola despoblada, estéril, yerma; un negro y vacío agujero, todo oscuridad y desolación, en mitad de un hermoso campo lleno de vida…Eso le parecía a la joven aquellas ruinas.

No se atrevía a dar un paso más, tal era la congoja que la atenazaba en aquellos momentos. Si avanzaba, ¿qué sería lo que le esperaría? Temía que, de internarse en las ruinas, tuviera que combatir contra Abel. Pero, pensándolo detenidamente… ¿quién demonios era ese ser? Había dejado patente que no era su amigo, ya no. Aún así, no quería luchar contra él… ¡No podía! ¿Cómo alzar la mano contra la única persona con la que había tratado desde hacía tantos años que ya apenas lo recordaba? Sólo de pensarlo, algo en su interior se retorcía dolorosamente. Se negaba a hacerle daño…No obstante, ¿qué otra alternativa tenía? Lo había dejado claro antes de salir de la cueva.

Por otro lado, si se detenía, ¿qué sería del mundo? Estaría condenado por su culpa, por su cobardía, y no podía cargar con semejante peso sobre sus hombros…Los pocos minutos que le restasen por vivir, en caso de dar la media vuelta y huir como una vulgar rata atemorizada.

La joven emitió un rasgado y doloroso grito, cubriéndose el rostro con las manos, queriendo desaparecer de allí. Si hubiese muerto…Si hubiera sido lo suficientemente fuerte como para haberse enfrentado a Gabriel…Si, simplemente, los caminos de Abel y ella no se hubieran cruzado, nada habría pasado.

Pero esa última idea le hacía daño. Nada más pensarla, la desechó inmediatamente de su mente. A pesar de todo, no se arrepentía de haber conocido al joven. Para ella, era como su hermano, como su pequeño Lucca, al cual no había podido proteger y por el que habría dado la vida sin pensarlo dos veces.

¿Sería capaz de dar su vida por Abel también?

Aris esbozó una pequeña y triste sonrisa, mirando sus manos entrelazadas, mientras la imagen de Lucca hacía eco en su mente. Claro que sí, lo haría sin dudar. Su hermano pequeño se había ido de su lado por su culpa…Había perdido lo que más quería en este mundo y temía ser ella la responsable…Pero con Abel no pasaría lo mismo. No permitiría que sucediera de la misma manera.

-Basta de huir, Aris-se dijo a sí misma, aferrando fuertemente su colgante, entrecerrando los ojos-. Llevas años huyendo…Es hora de enfrentarse a la realidad.

La muchacha respiró profundamente, dejando escapar el aire acumulado con suavidad, mientras sus ojos brillaban con una nueva determinación, ligeramente más oscuros, distantes, incluso fríos.

El moguri revoloteó unos cuantos metros, adelantándose a Aris, y después se giró hacia su amiga, haciendo un gesto con su bastón para que la joven se acercase a él, como si le estuviera indicando que no parecía haber peligro en las inmediaciones…No más de lo que suponía la existencia de un Abel bipolar esperándola en el interior del castillo. Sin embargo, no dejó que este pensamiento que la inmovilizara, no otra vez, cuando por fin creía saber qué hacer, cuando parecía tener las ideas medianamente claras.

-Lucca, te prometo que seré fuerte-murmuró, besando la rosa de los vientos-. Lo seré por ti y por Abel. Por mucho miedo que tenga, no huiré nunca más.

Dicho esto, se acercó a Mog, dedicándole una ligera media sonrisa, e hizo un gesto con la cabeza, señalando el devastado paisaje en el cual tenía que adentrarse. La criaturita iba junto a Aris, sin despegarse de ella, con un pequeño brazo en su hombro para asegurar que seguía estando a su lado. El moguri tenía serias dudas de que su amiga no fuera a desvanecerse por arte de magia; no le extrañaría demasiado después de todo lo que estaba ocurriendo.

Aris se adentró con cuidado, apenas pisando el suelo con la punta de sus botas, como si estuviera andando por un recinto sagrado y no quisiera romper el perfecto y antinatural silencio que reinaba allí. El suave sonido de sus pisadas rompió la sobrecogedora calma de la estancia; la muchacha casi podía oír los latidos de su propio corazón, cada vez más rápidos y fuertes, tanto que comenzaron a rebotar en sus sienes. No podía dejar de mirar a su alrededor, conteniendo la respiración. Era una intrusa en aquel lugar.

Y, por fin, lo vio. Se encontraba al final del camino, sentado en un trono, aparentemente pensativo, ausente, como si en realidad no estuviese allí. Sin embargo, al acercarse más, Aris pudo comprobar que era plenamente consciente de todo lo que ocurría. La mirada de Abel, que la muchacha no pudo calificar por menos que escalofriante, le resultaba ajena, extraña. El joven le dedicó unas palabras a las que ella no prestó apenas atención, tan concentrada estaba en tratar de no perder el control.

Mog, en respuesta, no pudo evitar transformarse. Un fogonazo de luz inundó la zona y, al disiparse, la figura de una enorme criatura, peligrosa e imponente, apareció ante Aris, mostrando sus afilados dientes, gruñendo. El bastón del moguri fue a parar a las manos de la joven, aumentado su tamaño para ajustarse al de ella.

Aris dio un par de pasos al frente, haciendo un seco movimiento con el báculo frente a Mog, deteniendo su lento y amenazador avance. La bestia la miró, emitiendo un gruñido de descontento, pero no se opuso. La muchacha clavó sus ojos en los de Abel, o en lo que demonios fuera en esos momentos, emitiendo una frialdad casi palpable, una aparente falta de sentimientos que enseguida se vio desmentida por la avalancha de emociones que se desplegaron ante la joven. Quiso hacer gala de un autocontrol que estaba lejos de sentir, como pudo verse por lo tenso de su mandíbula, por cómo apretaba el bastón, por cómo sus ojos parecían arrasarlo todo. Su mano libre comenzó a emitir calor y, al cabo de unos instantes, una bola de fuego ajena a su control impactó cerca del trono, como si fuera un aviso. Aris se miró la palma de la mano durante unos segundos, confusa por lo que acababa de pasar, pero no le concedió mayor importancia. Su mirada volvió a enfrentarse a la de Abel, reflejando el calor abrasador del fuego, la promesa de una devastación sin límites.

De pronto, como impulsada por un resorte, soltó bruscamente la vara, lanzándola lejos en un espasmo de rabia, y se abalanzó sobre su antiguo compañero, hundiendo sus dedos en los hombros de Abel como si fueran garras, comenzando a zarandearlo fuertemente, sin ningún tipo de misericordia, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Creía tener sus emociones controladas, pero… ¿a quién pretendía engañar? Era esa una madurez que aun estaba lejos de ella. Por mucho que quisiera, no podía reprimirse por más tiempo.

-¿¡Qué demonios has hecho con Abel!?-gritó fuera de sí, con los ojos tan oscuros que casi parecían negros-¡¡Devuélvemelo!! ¡No pienso dejar que te hagas con el control de su cuerpo! ¿¡Me oyes!? ¡No lo permitiré, así tenga que destruir hasta los mismísimos cimientos de este maldito mundo!

Mog lanzó un rugido de alarma, intentando llamar la atención de Aris. Sin embargo, la joven no era consciente de lo que estaba ocurriendo. No podía sentir el calor propio de las llamas que, rápidas, parecían desprenderse de su cuerpo, lamiéndolo todo a su paso, lo poco que pudiera quedar, reduciéndolo a cenizas que eran después transportadas por el fuerte viento que se había desatado.

Los ojos de la muchacha se despejaron, pasando a ser de un azul tan claro que casi parecía puro hielo, mientras en su fondo brillaba una cálida luz, una llama rojiza, palpitante, en fuerte contraste, que parecía abrasarlo absolutamente todo. Era obvio que Aris estaba comenzando a perder el control.

Su mente voló lejos, hacia un día que permanecía olvidado, sepultado bajo años de miedo y rechazo, un pensamiento que creía había sido borrado de su mente, al menos en parte. Apenas recordaba más que la alegre y sincera sonrisa de un niño pequeño de cabello rubio rosáceo marchitándose poco a poco, consumida por el fuego.

Y a ella, gritando en medio de las llamas, sin poder ver apenas, con los ojos cegados por el brillo y las lágrimas.

Antes de poder ahondar en su memoria, el poderoso rugido de la enorme criatura blanca la devolvió al presente. El fuego desapareció súbitamente, al igual que el viento, y el iris de la muchacha volvió a ser de un suave tono azulino, algo más sereno, más humano. La joven se sintió desfallecer, pero hizo un esfuerzo por no perder el conocimiento. Todavía no era hora de descansar.

Aris agitó levemente la cabeza, tratando de despejar su embotada mente, sin soltar a Abel. Le clavó aún más fuerte los dedos, apretándolos de tal manera que incluso ella misma comenzó a hacerse daño, serrando los dientes.

-¡Vas a decirme qué demonios tengo que hacer para que Abel vuelva!-exigió, empotrando el cuerpo de su amigo contra el trono, furiosa, emanando una energía nacida de lo más profundo de su ser que lograba mantenerla en pie, como resultado de su desesperación, su miedo y su infinita cólera-¡Y me lo vas a decir ahora!
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by Nube de oscuridad » 22 Mar 2013, 20:26

“Abel” escuchó con una sonrisa apagada todo lo que decía su Aris. Ni siquiera reaccionó cuando ésta le zarandeó y le lanzó contra el trono.

-¿Te presentas ante nosotros con esa vestimenta?- preguntó, como si no hubiese escuchado nada de lo que había dicho la chica.- No es apropiado acudir a una audiencia con el legitimo rey de este castillo con tales ropajes. Permítenos ponerte más presentable.

Entonces soplo, con suavidad, y hasta parecía que con cariño, envolviendo la ropa de la joven maga en una amarillenta luz, que al apagarse, había transformado por completo las prendas de Aris.

-Mucho mejor- dijo, satisfecho- ahora me parece que ya podemos empezar. ¿Pero por donde? Si, empezaremos respondiendo a tu pregunta...

Se levantó del trono y comenzó a caminar por la sala, pensativo.

-Veamos, solo hay una forma de recuperar a tú amigo, y es matándonos. Pero para matarnos, tendrías que destruir el cuerpo de Abel.- llevándose las manos a la cabeza y lanzando una loca sonrisa continuó hablando- vaya la que se te presenta. Y por cierto- dijo levantando un dedo- también deberíamos comentarte que ahora mismo la existencia de Abel está en un continuo proceso de desaparición. En cuanto se oculte el sol, no será posible recuperarlo, ¡y rayos! ¡falta poco para el anochecer!

Sin borrar esa siniestra sonrisa de su cara, desapareció para materializarse tras la muchacha para luego envolverla con sus brazos y juntar sus cuerpos. Luego, acercó su boca al oído de Aris. Habló despacio y suavemente, con un tono lujurioso.

-No eres distinta a nosotros.¿No prefieres perpetuar la oscuridad?- preguntó con media sonrisa dibujada en la cara- Seriamos muy felices si pudiésemos disfrutar de tu cuerpo, y gozar con él. Tú también disfrutarías.- su tono era tentador y oscuro, casi hipnótico, como si estuviese lanzando un hechizo

Subió la mano derecha por el cuerpo de la chica hasta alcanzar su cuello, para luego acariciar su pelo mientras acercaba sus labios al cuello de ésta. Acto seguido dio la vuelta a Aris, poniéndola de frente a él, y la aferró con fuerza para luego acercar sus labios a los suyos, tanto que casi se rozaban.

-Dale a Abel un descendiente para su linaje, un descendiente que herede su oscuridad

Y así, tan rápido como había aparecido tras ella, desapareció. Volvía a estar en el trono, con la mirada clavada en los ojos de la joven maga.

Mog rugió con fuerza, con tanta fuerza que las paredes temblaron. Quería defender a Aris, y no se dentenbría ante nada, y con el único pensamiento de matar a Abel, se lanzó contra él.

-Lo siento, pero no tenemos tiempo para ti- dijo chasqueando los dedos.

El techo de desgarró hasta desaparecer, y un ave negra envuelta en llamas se lanzó a por Mog, que alzó el vuelo para defenderse de Bennu. Ambos comenzaron una danza aérea de luz y oscuridad, agitando el viento a su alrededor. El fuego oscuro absorbía la luz del sol, apagando la estancia cada vez que hacía arder su cuerpo. Pero Mog no era menos e iluminaba con sus luminosos rayos todo lo que era ensombrecido por las llamas

-No podemos dejar que interfieras, eidolón. Nuestro agradecimiento es solo para tu invocadora.-dijo sin apartar su mirada de Aris- Como ya hemos dicho, te tenemos que dar las gracias, y por ello, simplemente esperaremos aquí sentados hasta que decidas que hacer.
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by TashitaDissidia » 24 Mar 2013, 13:50

El hecho de ser ignorada por todo cuanto la rodeaba era algo a lo que Aris estaba bastante acostumbrada. Tras morir su hermano, sus padres apenas la habían prestado atención, sumidos en una depresión que no tuvieron el valor de afrontar, y después de la muerte de sus progenitores, había estado tan solo acompañada por Mog, lo cual no era decir gran cosa. La gente del pueblo en el que había vivido apenas le dedicaba una mirada de soslayo cuando se paseaba por el lugar, cosa que tampoco hacía mucho, ya que prefería esconderse en los alrededores de la villa, lejos de sus vecinos.

Sin embargo, allí, en aquella sala abandonada que, sin lugar a dudas, había conocido tiempos mejores, cuando se impuso su escaso raciocinio y pudo pensar con algo de lucidez, no pudo por menos que asombrarse del poco caso que esa criatura que tenía delante le había hecho, teniendo en cuenta que le había prácticamente empotrado contra el trono y gritado como una desquiciada mientras la magia se desataba a su alrededor.

No sabía si sentirse aliviada o irritada.

Sea como fuere, al menos lo que quiera que fuese lo que tenía delante tuvo la decencia de vestirla. La pobre y desastrosa ropa que la joven llevaba estaba hecha jirones por todos los golpes que había recibido durante las últimas horas y con la suerte que tenía, ni aun estando en una ciudad hubiera encontrado algo que la hubiese convencido. Por suerte, el traje que llevaba en aquellos momentos gracias a lo que fuera que era ahora Abel le había entrado por los ojos y, de encontrarse en una situación más halagüeña, probablemente lo hubiera contemplado con mayor dedicación. Pero en esos momentos no podía detenerse a observar qué tal o cual cosa llevaba puesta encima.

Una vez finalizado el asunto de la ropa y los absurdos pensamientos que habían surgido en la mente de Aris tras este hecho, como, por ejemplo, el buen gusto estilístico de su amigo, o su antiguo amigo, o esa criatura que había invadido el cuerpo de su amigo, la joven decidió prestar atención a lo verdaderamente importante; es decir, a la explicación de ese ser que tenía una extraña obsesión por hablar en plural.

Un pequeño grupo de palabras se quedó firmemente grabado en la cabeza de la maga y ninguna de ellas le hacía especial gracia. No tenía pensado matar a Abel ni mucho menos estaba capacitada para tomar esa decisión con tan poco margen, en caso de que se lo llegara a plantear. Pero, siendo la única solución posible…

En el caso de que lo matase, y estamos hablando de algo hipotético, ¿qué pasaría después? ¿Qué garantías tenía de que su amigo volviera a la vida? De acuerdo que había tenido una suerte digna de la más mísera y rastrera envidia cuando, por azares del destino, tuvo el poder suficiente como para resucitar a Mog, pero dudaba mucho de que eso volviera a funcionar y más aun en una situación tan delicada.

No, sin duda alguna, no podía hacer algo así. No estaba dispuesta a arriesgarse tanto y menos si el que le había dado la solución era un tipo hablando en plural, lo cual era un claro síntoma de locura. Aris estaba segura de que habría otro camino. Tenía que haber otro camino, ¡no había duda! A ella le gustaba leer y en los libros siempre había un final feliz. Al menos, los que ella había leído.

Excepto uno en el que más de la mitad acababan muertos…

Pero eso no era un tema a debatir en estos momentos. La cuestión era que la muchacha apostaría el cuello a que había algo más. O quería creer al menos que así era. Un poco de esperanza no hacía mal a nadie, o eso pensaba ella. El problema era creer ciegamente en algo que no fuera verdad; sin embargo, Aris no quería quitarse la venda de los ojos, por mucho que se hubiera prometido a sí misma. La realidad era demasiado dolorosa y no quería afrontarla, no cuando todavía sentía una abrumadora culpabilidad sobre ella. Era una forma de defenderse, de evitar sufrir más de lo que ya estaba haciendo por algo que no sabía si había hecho o no en el pasado.

‘’Oh, vamos, Aris… ¿Vas a estar toda tu vida así?’’ se dijo ‘’ La única forma de encontrar la verdad es afrontando la realidad que te rodea. Despierta de una vez.’’

Era fácil de pensar, por supuesto. Pero la mentalidad de una persona temerosa no podía cambiar tan bruscamente de la noche a la mañana.

La joven suspiró, cabizbaja, y fue a decir algo, no sabía muy bien el qué, cuando sintió la presencia de aquella criatura tras su espalda, susurrándole algo en el oído. Esa situación la trasladó de golpe a la cueva, a la cruel tortura de Gabriel, y no pudo por menos que quedarse paralizada, temblando ligeramente, sintiendo un nudo en el estómago y una presión en el pecho que estuvieron a punto de hacerla desfallecer. No quería volver a pasar por lo mismo, no estaba segura de poder soportar otra vez ese sufrimiento.

Aris tan solo escuchaba, no podía hacer otra cosa. No se movía, apenas si respiraba en cortos intervalos irregulares, con súbitos espasmos que le proporcionaban el aire necesario para seguir viviendo. Su mirada no parecía enfocarse en algo concreto, más bien se veía perdida, aunque el brillo de sus ojos mostraba que estaba atenta a lo que la criatura decía. Su piel, sensible ante el mínimo contacto, parecía erizarse con cada roce de ese ser.

Pero ella seguía paralizada, muda, escuchando y recordando a la vez miles de horrores que azotaban su mente sin compasión y de tal manera que incluso sentía la fría daga de Gabriel, inmisericorde, abriendo sangrantes cortes en su cuerpo. La maga tan sólo quería que aquello acabase, que esa horrible y asfixiante sensación de debilidad se esfumara de una vez.

Y, cuando se vio libre de esa presencia, siguió inmersa en esa sensación de pánico hasta que el rugido de Mog la devolvió a la realidad. Giró la cabeza hacia él, sorprendida, viendo cómo se lanzaba hacia Abel y cómo este mandaba a su invocación contra la bestia tras volar por los aires el techo del castillo. Aris vio cómo su amigo luchaba contra el ave y su fuerza y determinación le dieron un valor que ya había creído perdido, esfumado ante el temor.

La muchacha se rió amargamente, casi para sí, negando con la cabeza con lentitud. Alzó después la vista hacia su antiguo amigo, desprendiendo una tristeza casi palpable, tanto, que hubiera conmovido hasta a las mismas piedras. Pero Aris dudaba siquiera de que esa criatura comprendiera ni una mínima parte de su dolor, de que lo notara en su mirada.

-No llego a entender qué opinión te habrás creado sobre mí-dijo, encogiendo los hombros-, ni qué idea tienes acerca de mis pensamientos, si es que tienes algo que decir al respecto. Si he de hablarte con franqueza, poco me importa qué imagen tengas tú de mí o que me juzgues sin tino, pero considero a bien decirte para esclarecer tu opinión que no soy una cualquiera y que no toleraré que se me trate como a tal. No sé qué loco pensamiento se te ha pasado por la mente para proponerme tal disparate, y mucho más loco estás si piensas que voy a aceptar tu deleznable oferta. No obstante, pienso salvar a Abel-frunció el ceño, mirando fijamente a aquel ser-, pero no a costa de su propia vida. Estoy segura de que hay otra salida y de que tú sabes cuál es. Considero inapropiado amenazarte sabiendo que podrías matarme sin demasiado esfuerzo por tu parte, así que espero que tengas la amabilidad de ilustrarme sin emplear la violencia en el camino.

Aris se mordió ligeramente la lengua para evitar mostrar abiertamente su nerviosismo. Sabía que esa valentía que sentía ahora no duraría eternamente y tenía que aprovechar aquel preciso instante para tratar de sonsacarle algo, no solo por su repentina voluntad, sino también por el poco tiempo del que disponía antes de que anocheciera.

Si esa criatura había abierto la boca o no para decir algo fue algo que la maga no pudo ver. De pronto, mientras esperaba una contestación, el cuerpo de Mog cayó pesadamente de las alturas con tal mala suerte de que lo hizo justo donde estaba ella y acabaron los dos rodando por el suelo. Aris se incorporó como buenamente pudo, confusa, y se acercó a trompicones a su compañero, que estaba a escasos metros de ella, con un aspecto poco agradable.

-¡Mog!-gritó, zarandeándole-Vamos, Mog, ¡ese bicharraco no tiene nada que hacer contra ti! ¡Mog, sé que me estás escuchando! ¡Arriba!

La bestia gruñó, levantándose con dificultad, y miró hacia el firmamento, donde la invocación de Abel, corrompida, acechaba, como si estuviera burlándose de él. Mog batió ligeramente las alas, las cuales comenzaron a emitir un prístino brillo, y en un abrir y cerrar de ojos estaba volando en rápidos círculos, ascendiendo cada vez más, hasta que la luz terminó por inundar el firmamento, cegando momentáneamente a Aris. Un chillido agudo y escalofriante rompió la calmada atmósfera que se había creado y, como si de una nefasta revelación se tratase, un pensamiento cruzó la mente de la joven al oírlo.

‘’Así que no hay alternativa. No puedo pretender salvar a Abel sin que haya un sacrificio de por medio. ‘’

-No hay otro camino, ¿verdad?-dijo, volviendo a mirar a Abel cuando el brillo hubo desaparecido-Por mucho que me obceque, no puedo pretender hacer realidad algo que no existe. Y, en caso de que hubiera alternativa, sé que no me lo dirías. ¿Qué ganarías con ello?-bajó la cabeza, se deshizo bruscamente de las incipientes lágrimas y lo observó de nuevo-Abel, si…si sigues ahí, si puedes oírme…Me gustaría decirte que no puedo hacer otra cosa. No tengo otra salida, no puedo hacer nada más…Si supiera cómo actuar, lo haría…Pero, por favor, espero que puedas comprender…por patético que parezca…que tengo la esperanza de que pueda salvarte.

Con esa creencia en su interior, invocó su poder para hacer frente a esa criatura. Esta vez no se contendría, dejaría escapar todo su miedo, su rabia, en suma, todas sus emociones para lograr derrotar a la oscuridad que se había apoderado de su amigo. Tenía que hacerlo y tenía que tener fe en que Abel volvería.

Así pues, de su cuerpo comenzaron a desprenderse una serie de lenguas de fuego que lo destruían todo a su paso, sin dejar rastro de lo que hubiera antes. Aris sabía perfectamente lo que estaba haciendo, pero al final decidió dejarse llevar, sin reservas, mientras sus ojos brillaban con fuerza. Fuego, agua, viento…Todos los elementos brotaban de la muchacha en un frenesí destructor que tenían como objetivo a Abel y que no se detuvieron ni una sola vez en su camino. La joven, no obstante, sabía que aquel acto podía incluso acabar con su propia vida si se le iba de las manos, pero tenía que arriesgarse.

Miró a Abel, serena, e hizo un gesto con la mano en su dirección, enviando hacia su cuerpo una serie bolas de fuego, una detrás de otra, mientras sentía que una parte de su ser se consumía por el esfuerzo. Pero tenía que ser fuerte, así que no decayó. No podía permitírselo.

Y, mientras atacaba a Abel sin concederle ni un solo instante de tregua, un único pensamiento cruzó su mente, fugaz: salvaría a su amigo o caería en el intento.
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