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La Capital Olvidada (relato)

Posted: 06 Jul 2010, 18:08
by will-o-the-wisp
[center]PRÓLOGO[/center]

Ondine

El exagerado movimiento del barco volador me mareaba. Podía ver a unas cuantas personas en las celdas que tenía frente a mí y, probablemente, no lo estaban pasando mucho mejor que yo. Todo había ocurrido demasiado rápido y seguía sin entender el porqué, pero me mantenía en calma. Además, llevaba un buen rato – no sabría decir exactamente cuánto – acurrucada en una esquina y no pasaba frío si no me movía de ahí.

Nuestro destino era la prisión de Macra. Miles de leyendas rodeaban ese lugar e, independientemente de que fueran ciertas o falsas, ninguna de ellas era buena. Por entonces yo todavía no sabía cómo era, pero casi todos los testimonios coincidían en que se trataba de una gigantesca y laberíntica torre en la que se practicaban diversas formas de tortura física y psicológica. Desde mi infancia había sido suficientemente fuerte como para no dejarme intimidar por las adversidades, siempre soñadora y optimista y, por alguna razón, estando a medio camino del fin de mi libertad, aún seguía siéndolo.

La familia Xerena me había traicionado. O quizá les había traicionado yo a ellos. Ahí y entonces realmente no importaba. Tampoco sabía qué habría hecho el resto de la gente presa que me acompañaba. Los estagiritas habían desarrollado una repentina e injustificada manía persecutoria tras la última catástrofe y desconfiaban de todo el mundo, así que podían ser perfectamente unos despiadados asesinos o personas normales e inocentes que habían tenido la mala suerte de estar en el lugar y momento equivocados.

Empecé a oír gritos. Antes también escuchaba algunos, pero ahora se habían acentuado. No quise mirar qué ocurría, simplemente me mantuve con la cabeza oculta entre los brazos.

Entonces la escuché. Una voz onírica que había oído anteriormente resonaba a mi alrededor con poca claridad. No parecía venir de ninguna parte, o quizá venía de todas a la vez. Tal fascinación me produjo oír a mi diosa que me levanté y empecé a golpear los barrotes inconscientemente, con una fuerza con la que incluso me hacía daño, tal vez tratando de escapar para poder escucharla mejor. Tras darme cuenta de lo que estaba haciendo, me tumbé en el suelo con el corazón saliéndoseme del pecho, la respiración agitada y un terrible sudor helado.

– Ya ha empezado. El ser ha sido liberado y destruirá a los hijos de Gaia para legitimar su existencia. Por su astucia, todo cuanto se proponga logrará y sólo los elegidos podrán detenerle. Ondine Seneka, humilde sierva, desde ahora y hasta el fin de tus días serás una Guerrera de la Luz. Obedece a tu destino y reúnete con los otros para salvar a la herida Gaia.

El barco se agitó mucho más y empezó a cundir el pánico entre los miembros de la tripulación, al igual que entre mis compañeros presos. Yo estaba agarrada a los barrotes de mi celda, sonriendo. Caíamos en picado hacia el mar.

Y cuando la oscuridad desapareció y abrí los ojos, descubrí una pequeña playa en la que me encontraba tendida. No podía moverme, me encontraba tremendamente débil y poco consciente de lo que ocurría, aunque era capaz de darme cuenta de que unas personas se movían agitadamente a mi alrededor y me llevaron en brazos a otro lugar.

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Wonder

El camino del infierno es el nombre más adecuado a mi situación. Llevo cinco días caminando sobre la suave y ardiente arena del desierto. No tengo gusto, ni olfato. Creo que ni si quiera veo, no lo sé, lo único que sé es que aún estoy vivo y por qué estoy aquí.

Hace siete días estaba en Macra, viviendo una vida que, aunque sufrible, es mejor que lo que tengo. Me dedicaba a robar, lo único que se podía hacer. Los hume me odiaban, incluso la gente de mi raza, los selki, me rechazaba. No sabía qué problema tenía la gente conmigo, pero la conclusión a la que llegué a tener es que no debía vivir.

Oh, mierda, ¿estoy caminando? No veo nada. No siento nada. Habré muerto... pero si hubiera muerto no seguiría pensando. Ja, ja, creo que he perdido la cordura... a ver si consigo recordar qué hago aquí… ¡ah, sí!

Un día normal y corriente, como cualquier otro, ¿qué paso? ¿Por qué me llevaron a la prisión? Creo que fue una ridícula barra de pan. Es curioso que en la ciudad con más delincuencia del mundo se te arreste por una simple barra de pan. A lo mejor me lo merecía, o lo que me merecía era ir a la prisión y no estar atrapado en el desierto. Debí haberme quedado allí.

Bueno, ya he recordado por qué estoy aquí. ¿Qué hago ahora? Estoy a punto de morir, piensa, piensa... Un momento, ¿qué es esa luz tan agradable? ¿Habré recuperado la vista? Voy a intentar tocarla.

Me estoy sintiendo de maravilla, ya veo de nuevo y empiezo a sentir. Sigo en el desierto, pero ya no tengo calor. ¿Qué ha pasado? He recuperado mis fuerzas, no entiendo nada.

– Levántate, Guerrero de la Luz – escuché de una dulce voz, pero pensé que lo había soñado.

Lo segundo que distinguí al recuperar la vista fue una enorme torre al horizonte. Corrí y corrí hasta llegar allí. Cuál fue mi sorpresa, de que aquella torre era la prisión de Macra: había dado vueltas en círculos. Aún estaba conmocionado por lo que ocurrió, casi muerto, pero de repente aquel calor que me quemaba y me asfixiaba me curó y me proporcionó energía. Aquella dura experiencia me hizo darme cuenta de una cosa: que alguien me había dado una segunda oportunidad y no la pensaba desperdiciar. Me puse delante de la puerta, y conjuré el hechizo piro. La puerta de la prisión saltó por los aires y pude volver a entrar. Estaba dispuesto a plantar guerra.

– Vamos allá.

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Satoshi

Llevo caminando más de dos días. ¿Hacia dónde voy? No, esa no es la pregunta. ¿Qué hago yo aquí? Mi vida ha cambiado demasiado deprisa y él ha sido el causante de todo: mi padre. Todo ha sido por su culpa. Eso es, la culpa es suya, suya y de su sombra que me ha estado acechando desde aquel día. Soy un necio. ¿Acaso no tengo mi parte de culpa? ¿Quién se supone que soy para poder recriminarle nada, si he sido yo el que he querido cumplir con sus expectativas?

“No me defraudes”. ¿¡Acaso eso es algo que un padre deba decir!?

¿Por qué lo he dicho en alto? Estoy huyendo de la realidad: estoy en medio de la nada, sin comida y nada para conseguirla, y a este paso moriré lentamente de inanición, si no es que la fauna acelera el proceso. Pero no me rendiré, sobreviviré y esta vez lo haré por mí mismo: no tengo padre, no tengo sombra, ni tampoco tengo ninguna meta, o lo que es lo mismo, mis metas no conocen límites. Son palabras muy bonitas, pero la constante se mantiene: acecha la mañana del tercer día y aún sigo sin haber comido nada. Me siento sin fuerzas, exhausto, me derrumbo.

Me despierto y me acecha un olor familiar. Huele como aquella carne asada que preparaban en el cuartel. Aquellos cerdos, ¿qué palabras emplearon? “Mediocre”, eso fue lo que dijeron, pero no les guardo rencor, pues al fin y al cabo he iniciado una nueva vida, una sólo para mí mismo. Me incorporo y abro los ojos tanto como puedo. El cielo estrellado corona las copas de los altos árboles y la Luna lo preside con majestuoso brillo. Frente a mí hay algo extraño: se trata de una bola peluda, con el bello de color rosado y embutido prácticamente a presión dentro de unas mallas de estampado de leotardo. ”¿Quién eres?”, digo, pero no logro oír la respuesta. En su lugar, escucho un fuerte silbido en mis oídos seguido de una tenue voz que me susurra “Despierta” y justo después me desmayo. La voz sigue hablando sin interrupción “Despierta, Guerrero de la luz, necesitamos vuestra ayuda”. Siento una bofetada en mi rostro y la voz desaparece. Vuelvo a ver el cielo estrellado. “Diablos”, maldice una voz cercana, “lo tuyo es dormir, sin duda, kupó”.

Me incorporo, deseando tener éxito y no caer desplomado en este segundo intento. “¿Quién eres?” pregunto cuando, instantáneamente, me encuentro con un gigantesco trozo de carne en las manos. “Come, te irá bien, kupó”, me dice aquel ser de color rosado. “Soy Stiltzkin, el moguri viajero, kupó”. Charlamos durante horas, pero él no sabe decirme nada acerca de mi sueño y además mantiene no haber escuchado aquella voz. “Deberías ir a una ciudad, algún sacerdote te ayudará. Esto es cosa de magia, kupó”. Tras nuestra larga conversación, descanso en una alfombra de la que me hace entrega. Cuando me despierto ya ha amanecido y vuelvo a estar solo en medio de la nada. Unos pasos delante de mi lecho, veo algo clavado en el suelo. Tiro del largo mango que sobresale, y descubro que se trata de una lanza larga, de un color rojo apagado y con la punta en forma de espiral. A su lado, un mapa del mundo con una marca de mi situación y, detrás, un pequeño escrito. “Nos volveremos a encontrar”.

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Mardan

La playa... sin duda el lugar que más recuerdos le podría traer a un joven pescador. El remo que me llevé recuerdo de mi pueblo estaba clavado en la arena mientras que, tumbado en la arena, veía la tarde pasar. ¿Qué más libertad puede ansiar el hombre que tumbarse en plena naturaleza a escuchar los elementos sin ningún tipo de preocupación? Si bien el paraíso no existe, sin duda ese estilo de vida era el que más se le acercaba.

Hacía apenas un mes que abandoné mi pueblo en busca de "El Horror" que el Rey del Mar me profetizó aquella tarde que nunca olvidaré, pero por más vueltas que le daba no conseguía averiguar nada que no supiera antes. Era todo muy confuso. Me recorrí la biblioteca de Rashid en busca de libros y leyendas relacionadas con el Rey del Mar o "El Horror", pero no conseguí averiguar nada nuevo.

- ¿Cómo voy a salvar el mundo, Rey del Mar, si no sé siquiera de qué tengo que salvarlo? ¡Dame una señal! - se incorporó ligeramente para observar el mar, como si quisiera usar todas sus fuerzas para lanzar sus preocupaciones.

- Tal vez no estés buscando bien.

Una femenina sonó a mi espalda. Sin embargo, al darme la vuelta no había nadie; al volver a mirar hacia el mar me encontré con una niña de apenas 10 años, con el pelo rubio y expresión inocente que le sonreía dulcemente. No la esperaba, así que me resbalé y terminé nuevamente tendido en la arena.

- Jijijiji... eres muy gracioso.- ¿Qué me decías sobre buscar bien? - decía mientras se reincorporaba.

- Bueno... - la niña juntó sus manos a la espalda y empezó a caminar levantando los pies de la arena, como jugando con ella.

- Mi mamá siempre dice que cuando no encontramos la respuesta a algún tema es porque no estamos haciendo las preguntas adecuadas.

- Muy lista tu mamá.

- Las respuestas no vienen solas, hay que encontrarlas... más aun cuando quieres salvar lo que más quieres.

En ese momento la expresión de la chiquilla cambió de su tierna inocencia a una extraña mirada, como si intentara... ¿seducirme?; no, era imposible... ¡Era sólo una niña! Se acercó a apenas dos centímetros de mi cara con los ojos entrecerrados, dejando ver un azul profundo, como si fuera el mismo océano. No pude evitarlo, me quedé mirándola hipnotizado, como si detrás de aquellos ojos azules se escondiera otra persona que intentaba revelarse ante mí.

- Oye, niña... ¿me has visto con pinta de oso?

- No te preguntes cómo salvarás el mundo... más bien pregúntate de quién... y prepárate por si no debe ser salvado de ti mismo.

Lo reconozco, empezaba a sentirme ligeramente intimidado... ¡pero si es sólo una niña!, ¿qué podría hacerme? La muchacha se puso a mi espalda, y mientras me acarició una mejilla con un dedo se acercó a susurrarme algo al oído.

- Tu destino está cerca... caído del cielo.

Por acto reflejo miré al cielo. ¡Por todas las criaturas marinas! ¡Un barco volador cayó del cielo directamente al mar, estrellándose sobre la superficie del agua!. ¿Aquella niña lo vería antes que yo? Con los ojos abiertos como platos me giré rápidamente a mirarla... sólo para darme cuenta que había desaparecido. ¿Cómo puede ser que sintiera su dedo rozándome la cara y un segundo después desaparecía? ¡Es una locura!

Me lancé sin pensarlo dos veces al mar en busca de algún superviviente, pero, por suerte o por desgracia, no iba a ser sencillo: el barco había caido justo en una zona de aguas tan profundas que era imposible para ningún humano llegar, por lo que si alguien había quedado atrapado ese iba a ser su ataud para el resto de la eternidad. Tras un buen rato sumergiéndome a ver si alguien había sido capaz de salir del barco a tiempo, mi cuerpo se encontraba agotado, no podía hacer nada más. Maldije mi suerte y regresé a la playa en busca de un descanso, pero en lugar me eso me encontré un milagro: una muchacha, completamente inconsciente, yacía sobre la arena de la playa.

Sin poder creérmelo aun, la cogí en brazos y salí corriendo buscando un camino hacia la ciudad más cercana según un cartel: Misidia.

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Re: La Capital Olvidada (relato)

Posted: 20 Jul 2010, 15:33
by will-o-the-wisp
[center]I[/center]

Ondine se encontró a sí misma sentada sobre la cama con los músculos tensos, un pie apoyado en el suelo y respirando agitadamente. Lo último que recordaba era la pequeña celda del barco volador y le parecía que no había pasado ni un segundo desde eso. En frente se alzaba la figura de un hombre mucho más alto que ella. Le llamó la atención su tez morena, pues en Estagira eran todos muy pálidos. Mantuvieron contacto visual durante varios segundos hasta que éste se decidió a hablar.

– ¡Qué rápido has despertado! Hemos tenido suerte de que este lugar fuera Misidia y hayan podido curarte.

Evidentemente, el nombre de Misidia no le decía nada. Estagira era un lugar aislado del resto del mundo y nadie daba respuestas cuando se trataba de saber qué había más allá. Sólo sabía que los extraños no eran de fiar y que debía mantener todo lo relacionado con su lugar de origen en secreto.

– ¿Qué hago aquí? – preguntó ella.

– Espera, espera, déjame presentarme. Me llamo Mardan Zweinight y soy de Rashid, aunque últimamente me haya dado por viajar hasta la otra punta del mundo.

– Yo me llamo Ondine Seneka.

Ambos estaban en una pequeña habitación limitada por paredes de piedra, que hacían que la temperatura en el interior fuera agradable. Allí no había nada más que una cama y un escritorio.

– Vi un barco volador caer al mar y tuviste la suerte de llegar hasta la costa con vida. Creo que algunos de tus compañeros también han llegado, pero ninguno ha despertado todavía. ¿Ibas en un barco con soldados? ¿De dónde sois?

Sabía que era pregunta iba a llegar tarde o temprano. Y lo peor de todo era el hecho de que los soldados podrían despertar en cualquier momento y empezar a buscarla.

– Te agradezco que me hayas traído hasta aquí, pero me tengo que ir enseguida. Espero que no te ofendas, pero es importante que me vaya ahora mismo.

Empezó a caminar tambaleándose un poco al principio. Mardan agarró su brazo y se lo echó a su propio hombro para ayudarle a desplazarse. Su expresión bonachona se volvió seria.

– Una voz me advirtió de que tu barco iba a caer del cielo, que yo tendría que salvar el mundo y que tú tenías algo que ver – el rostro de Ondine cambió al oír estas palabras. Se preguntó si acaso Cosmos se había manifestado ante aquel hombre de ropa andrajosa –. No me importa que no quieras contarme lo que ocurre, pero sé que debo acompañarte a donde sea.

– Cosmos… Yo también escuché su voz, pero lamento decirte que no sé qué se supone que debo hacer.

– Pues te voy a decir lo que vamos a hacer. No es casualidad que justo nos hayamos encontrado en Misidia, la ciudad de la magia. Olvídate de esos soldados porque, en caso de que tengas problemas, yo te protegeré. Aquí tiene que haber alguien con la información que necesitamos, así que vamos a dar una vuelta.

Ondine asintió. Se alegraba de contar con la ayuda de alguien, pese a que no confiaba del todo en él. Salieron de la habitación y fueron a parar a una sala más grande, iluminada por llamas que flotaban en el aire y se movían vertiginosamente siguiendo unas trayectorias definidas. Ondine se sorprendió al ver a varios yukos. Éstos eran unos seres alados y escuálidos, recubiertos por armaduras que también ocultaban su rostro. Había estudiado sobre ellos, pero nunca los había visto directamente. Decidieron preguntar al que estaba tras un mostrador, aunque tampoco sabían muy bien qué decirle.

– ¿Han dormido bien? – dijo una profunda voz desde el interior del yelmo del yuko.

Ondine había tardado bastante en caer en la cuenta de que se encontraban en una posada. Lo importante era informarse sobre las intenciones de Cosmos, así que pensó que lo más lógico sería ir a un templo.

– Sí, muchas gracias. Queríamos saber si nos podría indicar dónde está el templo de la diosa.

– ¿Templo de Cosmos? No, aquí no tenemos ninguno. Sin embargo, Leonamiel es una gran estudiosa de la mitología. Les recomiendo que vayan a visitarla. Vive frente a la armería.

No había contado con eso, pues ella daba por hecho que en todos los pueblos se adoraba a Cosmos. Mardan dio las gracias al posadero y salieron a la calle. No era un lugar muy poblado y la mayoría de la gente que vivía allí parecía ser de raza yuko. Todos los edificios eran construcciones de piedra con ornamentaciones geométricas muy elaboradas, asentados sobre un césped frondoso que cubría todo el suelo de la ciudad. Mardan había visto la armería antes de llevar a Ondine a la posada, pero aún así tardaron unas cuantas horas en llegar allí.

– ¡Por fin la hemos encontrado! ¡Ahí está! – gritó alguien a lo lejos en la misma calle.

Los guardias estagiritas habían debido despertar y, como Ondine había previsto, habían empezado a buscar a los presos supervivientes.

– Son sólo tres, ni se te ocurra huir – dijo Mardan empuñando un extraño remo que hasta ese momento llevaba a la espalda.

El primero intentó apartar a Mardan con su brazo para llegar hasta Ondine, pero éste le tiró al suelo. Los otros dos desenvainaron las espadas que llevaban sujetas al cinturón y se abalanzaron sobre Mardan.

– ¿Qué ocurre aquí? – dijo un yuko abriendo la puerta de su casa. Era Leonamiel.

Mardan desvió la vista mientras trataba de esquivar los golpes, lo que hizo que uno de ellos le alcanzara y le hiciera un corte en el costado. Ondine vio la sangre y supo lo que tenía que hacer. No era la primera vez que protegía a alguien y ahora tenía que mantener vivo a aquel hombre mientras atacaba.

– ¡Cura! – gritó alzando las manos hacia su compañero. Inmediatamente, un halo de luz blanca conectó a ambos y las heridas de Mardan se cerraron.

Mientras tanto, Leonamiel seguía inmóvil en la puerta de su casa, observando cómo transcurría la pelea. Mardan realizó un ataque circular que impactó en el estómago de uno de los soldados. Los otros intentaron alcanzar a Ondine, pero su compañero se interpuso otra vez y les golpeó con el remo. Una vez cayeron al suelo, empezó a patearlos para que no se volvieran a levantar.

– Qué escena más grotesca – murmuró Ondine mientras curaba preventivamente a su compañero desde la distancia.

Notó como Leonamiel estaba mirándola. Trató de acercarse para explicarle lo que estaba ocurriendo.

– No hace falta que me expliques nada de lo que está ocurriendo aquí. ¿Habéis venido a preguntarme algo? Es lo que suele hacer la gente.

– Quería preguntarle sobre Cosmos.

Leonamiel alzó la vista tras Ondine para ver cómo Mardan seguía pateando a los soldados.

– Vaya… no esperaba que vinierais aquí. No puedo ayudaros.

– Espere, ¿sabe usted algo de esto? ¿Algo sobre lo que nos ha pasado? ¿Las intenciones de Cosmos?

– Los yukos y la gente de Misidia en general creemos tanto en Cosmos como en Caos. Ayudaros a vosotros rompería el equilibrio que sostiene el mundo tal y como lo conocemos. Sólo puedo deciros que hay alguien que sabe muy bien lo que ha pasado y que vive en Kairui, hacia el oeste. Lo lamento, pero no puedo dejar que entréis en mi casa ni ofreceros más información.

“Menuda tontería”, pensó Ondine. ¿Por qué iba alguien a adorar a Caos? Sin embargo, aquellos seres no sólo eran mucho más sabios que ella, sino que además no iban a cambiar de opinión. De hecho ella no tenía ningún argumento para hacerlo.

– ¡Para ya! – gritó Ondine señalando a los soldados–. Están que no se tienen en pie, déjalos en paz. Aquí no vamos a sacar más información, así que nos vamos.

Mardan se mostró claramente decepcionado y siguió a Ondine, quien caminaba rápidamente sin mirarle. Leonamiel seguía observándoles desde su puerta.

– Espero que sepas cómo se va a Kairui – dijo Ondine enfadada.

Re: La Capital Olvidada (relato)

Posted: 21 Jul 2010, 11:55
by Reno
[center]II[/center]

La prisión seguía tan fría y oscura como la ultima vez que estuvo, decenas de celdas abiertas de par en par, prisioneros muertos de hambre tirados en el suelo, el hecho de que tuviera una recuperación milagrosa no quería decir que esos 5 días sin comer en el desierto no le hubieran afectado, seguía teniendo mucha hambre. No había ni un solo soldado, solo una gran puerta metálica y unas escaleras que conducían arriba y abajo. Wonder paso a través de todo para ponerse de frente a aquella puerta metálica, parecía ser la salida mas directa.

-¡Abridme!- Grito Wonder a la puerta, esperando que le escuchase alguien a través de ella, los presos que estaban alrededor murmuraban algo sobre el- Abridme por las buenas... o por las malas- Dijo con tono amenazante, los demás presos miraban extrañados aquella escena desde que entro por la puerta del desierto, hecho en si bastante sorprendente.

El silencio continuaba, nadie le respondía, a si que Wonder no tuvo mas remedio que recurrir a la fuerza.

-¡Piro!- Conjuro Wonder, el hechizo se estrelló contra la puerta metálica haciendo que se derritiera algo, pero que no sufriera gran daño. Piro era el único hechizo que conocía, la verdad es que no tenía idea de magia, pero desde pequeño descubrió que podía manejar el fuego a su voluntad.

-¡Piro!, ¡Piro!, ¡Piro!, ¡Piro!- Atacaba la puerta una y otra vez, estaba surtiendo efecto, el metal de la puerta se derretía poco a poco, los demás presos se acercaron a animarle "¡Funciona, este chico lo esta consiguiendo!", llegó un momento en que la puerta estaba bastante dañada, pero de repente esta se abrió de par en par.

-¿Que es este alboroto?- Apareció un Hume con gafas bastante bien vestido junto a un gran numero de soldados detrás suya. Wonder se fijó en alguien diferente, había alguien mas entre los soldados, un joven de unos 25 años, con armadura de platino, de pelo rubio largo y una gran espada en su espalda, aquel joven le miraba solo a el.

-¡La puerta esta abierta!- Grito uno de los presos- Salgamos de aquí.

Tan rápido como el preso dio un paso, aquel joven rubio corto por la mitad a aquel hombre en media fracción de segundo, destruyendo cualquier atisbo de esperanza para ellos, que se echaron atrás sin dudar, aquel joven era fuerte, muy fuerte. Solo una persona seguía en su sitio, Wonder.

-¿Mm? Aun queda un chico delante- Dijo el hombre de las gafas- Me preguntó quien le habrá hecho ese estropicio a la puerta, ¿tu lo sabes?- Wonder no podía evitar seguir mirando al joven rubio, sabía que no tenía posibilidad alguna de escapar por ahí con el delante.

-No lo se- Dijo Wonder, que a pesar de presenciar aquella escena, no estaba para nada nervioso, al fin y al cabo ya había muerto una vez, no tenía miedo de morir de nuevo.

-¡Miente, fue el!- Dijo uno de los presos.

-¿A si que fuiste tu el que le hizo eso a la puerta? Un selki no debería de poder hacer eso- Dijo el hombre de las gafas.

-En verdad- Saltó el joven rubio, que aun tenía la espada manchada de sangre- Los selkis son un raza no mágica, pero hay una posibilidad de uno entre un millón de que nazca un niño con magia.

-¿Como pudisteis dejar entrar un mago negro sin las esposas inhibidoras?- Dijo el hombre de las gafas, que parecía ser el jefe.

-No pensamos que supiera hacer magia un Selki- Dijo uno de los soldados.

-En fin no aguanto mas en este tugurio, ponedle las esposas y llevadlo al nivel 1 de la prisión.

-Alto- Dijo el joven rubio.

-¿Que ocurre?.

-Este chico... tiene algo especial, no se que es, pero me gustaría llevarlo conmigo.

-Estas loco, es un selki, un criminal, no puedo permitirlo- Dijo el hombre de las gafas.

-Creo que abusas demasiado de tu cargo en la prisión, el chico se viene conmigo- Dijo el joven rubio dejando claro quien era el verdadero jefe.

A todo esto, Wonder había estado escuchando solo sin decir una sola palabra, no estaba acostumbrado ha hablar con humanos, pero al final parece que se tendra que ir con ellos para salir de la prisión. Pero aquel tipo, no le daba buenas sensaciones.

-Dime chico, ¿como te llamas?- Le preguntó el joven.

-Jack Wonderwice, ¿y tu?.

-Lamdom Jenings, caballero de Ragnarok. ¿Eres consciente del poder que tienes?.

-No entiendo nada de eso, lo único que quiero es salir de aquí- Dijo Wonder.

-Te puedo sacar de aquí, pero lamentablemente nada es gratis, si vienes conmigo te lo explicare todo. Dime ¿tienes familia?.

Al escuchar la palabra familia Wonder no pudo pensar en nada, ¿que era la palabra familia para el?, siempre había vivido solo, no sabía quienes eran sus padres ni sabía su procedencia. Solo recordaba algo, un gran pueblo a la costa del mar.

-No tengo familia, estoy en Macra desde que tengo uso de razón.

-Esta bien, Marcel, regresó a la organización- Dijo hablándole al hombre de las gafas.

-Pero... ¿no iba a encargarse de los monstruos que invadieron el nivel 2?

-Tiene razón... llevad a este chico a mi barco, enseguida regresare.

Los soldados escoltaron a Wonder a la salida de la ciudad, por fin pudo salir de la prisión, aunque con un poco de suerte. No tenía pensado que iba ha hacer una vez saliese de allí, iba a salir de la ciudad, no sabía que había mas alla, ¿tenía algo que ver lo que le paso en el desierto?.

Aun se preguntaba por que sobrevivió, pero ahora que lo pensaba recordaba que le habló una pequeña voz y que después sintió como su cuerpo se llenaba de energía, la sensación que tuvo era maravillosa, "¿Eres consciente del poder que tienes?" recordó las palabras de Lamdom.

-Poder eh...

A todo esto llegaron al barco, era de gran tamaño, mas bien era un navío de guerra, muy bien equipado, estaba lleno de soldados, diferentes a los que veía por la ciudad, eran de otro lugar.

Llegaron al puente levadizo del barco, había dos soldados custodiándolo.

-Ordenes del capitán, dice que llevemos a este chico al barco.

Los soldados dejaron paso y subieron al barco. También iba a ser la primera vez que montara en barco, pero se preguntaba a donde iba a ir.

-Disculpa- Dijo Wonder al soldado que le custodiaba- ¿A donde va este barco?.

-A Misidia.