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[/center]Y en España, por cierto, los pocos que sigan pegados a sus cigarrillos pueden ir apretando el ojete, porque todo lo que llega de Nueva York, ya se sabe, se importa a través de una revista moderneque, y al cabo de unos años, cuando ya se ha pasado de moda, se lo apropian las instituciones y ¡zas! Prohibido fumar en todas las playas de la península. ¡Ah!, si lo hacen en Nueva York.... Es lo que tiene esa ciudad. Nueva York, Londres, Berlín, tienen ese magnetismo. Si se les hubiera ocurrido en Francia, a lo mejor haríamos lo contrario solo por joder, como siempre, pero con Nueva York...
Lo más gracioso de esta larga agonía del fumador, sin embargo, es que nunca deja de quejarse, ni dejará de hacerlo ahora. Los perseguidos insistirán en el «no, si al final nos obligarán a —por ejemplo— vestir capuchas como los leprosos en la edad media», y solo por decirlo, esto les ocurrirá, como se les ha ido jodiendo lenta pero meticulosamente hasta ahora. Y por eso la lucha contra el tabaco es divertida, como jugar a los marcianitos. Porque los marcianos siguen viniendo a por más.
Fuente: El jueves.
















