Adrià salta embravecido contra el pianista de ultratumba y arremete con su espada hasta en dos ocasiones. El segundo sablazo se hende por la cintura del no-muerto y la hoja de Adrià pasa sin pena ni gloria, pues el descompuesto músico no siente dolor. Haciendo oídos sordos frente la amenaza del guerrero, el muerto viviente dispara una retahíla de balas sobre la capadura, vaciando el cargador de su pistola sobre la escamada criatura.
Finalmente, la punición sagrada de Dianran rodea con un pequeño haz de luz el cadáver del músico, estallando en un golpe seco que recorre todo el cuerpo del pobre diablo. La fuerte explosión divina hace saltar por los aires la esquelética mano del pianista, así como su demacrada calavera. La poca carne que queda unida a los huesos se retuerce como si estuviera ardiendo y finalmente se derrite. El esqueleto se desmorona y el calcio de los huesos se deshace formando en el suelo un montón de polvo no más grande que el que se podría tomar con un recogedor.
El hábito del músico, así como su arma de fuego, yacen en el suelo alrededor de sus restos mortales. La purificación del cadáver os da un respiro, que os permite recuperar el aliento tras las experiencias vividas en el funesto desván.
En otro punto, un sollozo muy triste y débil se escucha entre los escombros. Desconocéis el calibre de las balas que han sido disparadas contra la capadura, pero lo que sí sabéis es que se está muriendo.
Tenéis poco tiempo por lo que pueda ocurrir, ¡aprovechadlo bien

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