Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Para temas que incluyen varios Final Fantasy. Podrás hablar de elementos recurrentes de la saga o hacer comparaciones entre distintas entregas.

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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by TashitaDissidia » 23 Dec 2012, 19:38

Aris enarcó elegantemente una ceja al ver la cara que puso Abel, abriendo la boca con la intención de decir algo, pero lo único que escapó de su garganta fue un grito de sorpresa cuando el joven se abalanzó sobre ella.

-¡No, no, no! ¡Bájame, Abel!-comenzó a gritar, presa del pánico-¡No me fío de ninguno de vosotros dos! ¡Suéltame, ya! ¡Abel, maldita sea! ¡Voy a arrancarte esa cabeza totalmente hueca que soportan tus hombros!

Sin embargo, su compañero parecía hacer oídos sordos a sus peticiones y a sus maldiciones, tal y como había hecho Mog. La muchacha siguió protestando, mirando con resquemor hacia los lados, temerosa de acabar cayendo de nuevo. Aris no había tenido en su vida mucho miedo a las alturas, pero, tras los sucesos que acababan de ocurrir, sentía un creciente temor al hecho de estar a más de cuatro metros del suelo.

Un comentario de Abel hizo que la joven sellara los labios y fijara la vista en el paisaje que se alzaba ante ellos, abriendo mucho los ojos, sobrecogiéndose por la belleza del lugar mientras dejaba escapar una exclamación, similar a la de los niños cuando son sorprendidos con algún truco de prestidigitación. Tal era su fascinación que, en su afán por acercarse más, estuvo a punto de soltarse del agarre de Abel, embotada su mente por la hermosura del paisaje.

-¡Que te caes, kupopó!

Las palabras de Mog hicieron a Aris regresar a la realidad. La joven agitó la cabeza, tratando de recuperarse del embrujo al cual el lugar la había sometido, y volvió a recordar el miedo hacia las alturas, recién descubierto, por otra parte.

-Oh, vaya vaya, kupó…-el moguri revoloteó frente a su amiga, haciendo un esfuerzo por alcanzar el mismo ritmo que Abel-Juraría que he visto un fugaz destello de miedo atroz cruzando tu mirada, kupopó…

-Cierra el pico si no quieres que te lo cierre yo a la fuerza-gruñó Aris.

Mog echó a reír, aprovechando la ventaja que sus alas le daban para escapar de las manos de su amiga, similares en esos instantes a ganchos, que no hacía más que intentar cazarlo, olvidándose por unos segundos de la peligrosa situación en la que se encontraba. Al recordarlo, se quedó estática, incluso pálida, mirando de reojo hacia el suelo, y después fijó la vista en el moguri, frunciendo el ceño.

-Ya te cogeré, ya…Te recuerdo que tú y yo pasamos todo el día juntos, Mog. Dudo mucho que algún ente sobrenatural pueda librarte de mi ira-comentó con sorna.

La criatura tragó saliva, empezando a hablar atropelladamente, comentando cualquier excusa para librarse de tener que dormir en la misma habitación que Aris aquella noche; no obstante, su parloteo constante sólo sirvió para irritar aún más a la muchacha, la cual sentía que su cabeza le acabaría estallando en pocos minutos. La joven se cubrió las orejas con las manos, cerrando fuertemente los ojos.

-¡Argh, por todas las estrellas del firmamento, cállate, por favor! ¡Tu voz aguda se introduce en mis oídos y los atraviesa como una daga!

Más que un comentario despectivo, parecía una petición desesperada, tanto por el tono que había usado Aris como por el gesto que tenía, así que Mog decidió cumplir el deseo de su amiga.

Poco tiempo después, Abel aterrizó, dejando por fin a la joven en tierra. Aris se bajó de los brazos de su compañero casi saltando, tan bruscamente que tuvo que detenerse durante unos instantes, esperando a que el mareo que sentía remitiese. Pocas cosas había más odiosas para la muchacha que el no ver más que pequeñas estrellitas titilantes posara donde posase la vista, pero, por suerte, se libró en escasos segundos de esa molesta sensación. Cuando recobró la visión, procedió a la inspección de la entrada de la ciudad, maravillada, estirando los labios en una gran sonrisa.

-¿Podemos visitarla entera?-preguntó a Abel, tirando de su brazo con ansia infantil, impaciente-¡Tiene que ser preciosa!

Se giró de nuevo hacia la entrada, soltando al joven, y empezó a andar de lado a lado, observándolo todo, casi dando saltos. Volvió a mirar a su compañero, acercándose nuevamente hacia él.

-¿Conoces este sitio? ¿Qué hay dentro? ¿Puedes hablarme de él?

-Y luego yo levanto dolor de cabeza, kupó…-murmuró Mog, suspirando.

Aris lo ignoró, cerró los dedos alrededor de la muñeca de Abel y echó a correr hacia el interior de la ciudad, tirando del chico.
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by Nube de oscuridad » 24 Dec 2012, 12:05

En una llamarada Fénix se separó del cuerpo de Abel, y como una silueta ardiente, desapareció en el aire al mismo tiempo que la marca que tenía el invocador en su brazo brillaba de un color rojo intenso, para luego volver a apagarse. Lanzó un suspiró; su cara reflejaba su agotamiento, no solo el combate había gastado sus fuerzas, el hecho de invocar y entrar en comunión con el cuerpo de su Eidolón le habían dejado hecho polvo. Ahora que Fénix se había ido, también se había ido aquel esfuerzo sobrehumano que estaba haciendo.
Volvió al mundo cuando Aris tiró de su brazo y le lanzó sus preguntas.
-Estamos en Kaipo, ciudad mercantil en medio del desierto. No te dejes engañar por el aspecto que pueda llegar a tener. Es un sitio muy prospero, y les va muy bien. Aprovechan sus recursos naturales y su cercanía a Baronia para crecer como ninguno. Algunos piensan que en unos años sustituirá a Damcyam.

Invitó a Aris a entrar en la ciudad y comenzó a caminar.

-Hace casi 200 años Kaipo era un simple pueblo, parte de Damcyam. Pasaremos aquí la noche. Si quieres hacer una visita mañana por la mañana, antes de salir, podemos hacerlo. De momento solo quiero descansar.

Se detuvo delante de la posada.

-Será mejor que entremos, aún falta bastante para el amanecer, y tenemos que dormir.

Entró en la posada, y pidió dos habitaciones. El posadero se las dio de buen grado.

-Nos vemos mañana- dijo mientras subía las escaleras.- Hablamos entonces
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by TashitaDissidia » 25 Dec 2012, 22:20

La muchacha escuchó atentamente lo que Abel iba diciendo, asintiendo levemente cuando su compañero le dijo que podrían visitar la ciudad al día siguiente. Entendía que estuviera cansado, ella misma estaba agotada y tampoco había hecho gran cosa. Mientras el chico pedía al posadero un par de habitaciones, Aris inspeccionó el lugar con curiosidad, sin estar ni un segundo quieta, con una sonrisa infantil en el rostro, hasta que Abel comentó algo a lo que la joven no hizo mucho caso. Teniendo en cuenta que estaba subiendo las escaleras, supuso que estaba despidiéndose de ella.

Aris subió las escaleras tras Abel, dándole las buenas noches antes de introducirse en su habitación, emitiendo un ligero bostezo mientras se pasaba una mano por los ojos, cansada tras las aventuras vividas aquel día. Estiró los brazos, mirando con una sonrisita la acogedora habitación. Lo cierto era que sentía unas ganas tremendas de echarse a dormir, pero…había algo que la detenía. Un perturbador resquemor hacía que se mantuviera despierta, aunque sintiese ganas de tumbarse y abandonarse al olvido. Emitió un quedo suspiro y se sentó en la cama, mirándose las manos, retorciendo estas sobre las piernas, pensativa.

-¿Pasa algo, kupopó?-preguntó el moguri, acercándose a la joven, preocupado por su estado.

-No, Mog…No pasa nada.

-¿Por qué no duermes, kupó? Pareces cansada.

La muchacha miró de reojo a su amigo, cerrando fuertemente los ojos mientras trataba de retener las lágrimas.

-Tengo miedo, Mog…-confesó, susurrando-Tengo miedo de cerrar los ojos y despertar con los ojos de mi hermano observándome en la oscuridad de la noche, acusadores; tengo miedo de no oír más que las palabras que me persiguen en sueños, de las cuales recuerdo poco más que retazos crueles, gritándome ‘’monstruo’’, ‘’asesina’’…mientras el calor abrasador del fuego consume mi cuerpo, el cual, poco a poco, parece ahogarse en la asfixiante negrura, sin salvación, sin una luz a la que aferrarse…-se levantó de la cama, andando con lentitud por la habitación, abrazando su frágil cuerpo con los brazos, temblando-Mog, sé con qué sueño…Aunque apenas lo recuerde, aunque no tenga más que una vaga sensación…Sueño con la muerte…Con aquel día, Mog. Sueño con aquel fatídico día…-cerró los ojos, llevándose las manos al rostro, cubriéndoselo, mientras las lágrimas descendían por sus mejillas-Sé que no lo recuerdo, mi mente se niega a hacerlo…pero también sé que lo maté yo, Mog. El no poder recordarlo está acabando conmigo...y la posibilidad de saberlo también.

-Aris, tú no mataste a Lucca, kupó.

-¿¡Ah, no!?-gritó la muchacha, fuera de sí-¿¡Acaso lo sabes tú!? ¿¡Acaso estabas tú ahí!? ¡Yo sólo sé que salí con él al bosque…y que cuando me desperté, mis padres me dijeron que había muerto! ¡Vi el desprecio en sus rostros! ¡Vi el temor, el odio! ¡Les oí decir que tenían a un monstruo por hija! Yo les oí…pero nunca me dijeron nada. Nunca. Durante las últimas noches…mis sueños han sido más esclarecedores, he podido recordar más cosas…Y por eso tengo miedo de dormir ahora.

El moguri se acurrucó entre los brazos de Aris, la cual lo abrazó, esbozando una triste sonrisa.

-Yo confío en ti, kupó. Sé que no hiciste nada, kupopó.

-Descansa, Mog-fue lo único que contestó la muchacha, tumbándose en la cama, dejando libre a su compañero-. Mañana nos espera un largo día.

-¿Y tú qué vas a hacer, kupó?

-Dejar pasar el tiempo…Pensar, tal vez. Aún no lo sé.

El moguri dejó escapar un suspiro y se tumbó cerca de la almohada, quedándose dormido en poco tiempo, mientras Aris observaba, a través de la ventana, el oscuro firmamento con aire entristecido. El sueño estaba a punto de vencerla, pero no quería dormir, así que decidió levantarse al cabo de un tiempo, abriendo la ventana, sentándose en el marco. Se llevó una rodilla al pecho, apoyando la barbilla en ella, y comenzó a tararear una canción en voz baja, apenas audible, mirando el cielo, relajándose poco a poco.

-Ooooh, vaya, mira qué tenemos aquí-dijo una voz extraña a Aris.

La joven se giró abruptamente, procurando no perder el equilibrio para no caer ventana abajo, frunciendo el ceño, tratando de discernir entre las sombras de su alcoba al hombre al cual pertenecía aquella voz grave, con un ligero toque divertido.

-¿Qué demonios…?-Aris se introdujo de nuevo en la habitación, frustrada-¿Estoy teniendo alucinaciones…?

-Lo cierto es que me han llamado de mil maneras diferentes a lo largo de mi vida, pero alucinación…No, esa palabra, nunca-comentó el intruso, sin dejarse ver todavía-. He de admitir que me resulta de lo más divertido… ‘’Alucinación’’. Me gusta.

-Oh, no me lo puedo creer-farfulló la joven, llevándose las manos a la cadera-. He perdido el jui…

Las palabras murieron en la boca de Aris cuando, por fin, la luz de los astros reveló la silueta del hombre, mostrándole ante ella. Era un humano alto, realmente alto, con una cabellera oscura, ligeramente ondulada, la cual le llegaba por los hombros, tal vez un poco más allá, y con una escasa barba que oscurecía levemente su barbilla. Por su aspecto, la muchacha podría deducir que tendría poco más de 25 años. Sin embargo, lo más llamativo del personaje eran sus ojos pardos, los cuales brillaban de manera casi espectral.

-Voilà-saludó, estirando el labio superior en una sonrisa-. Estaba dando un paseo bajo la cálida luz de las estrellas cuando te vi asomada en la ventana, con tu largo cabello rosáceo bailando al suave vaivén del viento y tus claros ojos azules mirando con tristeza el oscuro cielo. Me dije que una jovencita como tú no podía estar tan triste, así que he decidido venir a hacerte una visita, para alegrarte la noche.

-¿Alegrarme la…? Esto carece totalmente de sentido. No sé qué clase de perturbado eres, pero ya estás dando media vuelta y saliendo por aquella puerta si no quieres que te fría como si fueras una patata.

-¿Patata? Uhm, me gustan las patatas. Puedo comerme a tu querido amigo redondo y fofo con unas patatas como acompañamiento; sin duda alguna, sería un plato digno de un rey.

-¿¡Se puede saber qué estás diciendo, maldito chalado!?

-Me gustaría que me llamases por mi nombre, en lugar de ponerme calificativos que, a la larga, acabarán por consumir mi paciencia…y ni tú ni yo queremos eso, ¿verdad? Bien, una vez aclarado esto, me presentaré-hizo una burlona reverencia, casi riéndose-. Mi querida damisela, mi nombre es Gabriel. ¿Puedo conocer el tuyo?

-Por supuesto, soy la señorita que te va a achicharrar si no sales de mi habitación ahora mismo.

En apenas décimas de segundo, Gabriel desapareció de la vista de Aris, situándose a su espalda, afianzando con fuerza sus muñecas con unas manos enguantadas que se clavaron en la piel de la joven de tal manera que ésta estuvo casi a punto de lanzar un grito de dolor.

-Ssssshhhh…Creo que nadie va a achicharrar a nadie-susurró el hombre en el oído de la muchacha-. Tú y yo podríamos entendernos mejor sin hacer uso de la violencia, ¿no crees, querida?

Aris farfulló algo, intentando zafarse del agarre de Gabriel inútilmente. Miró de reojo a Mog, maldiciendo el sueño profundo de su compañero, y sintió que un escalofrío le recorría la espina dorsal al sentir un frío metal en su muñeca.

-No es que desconfíe de ti, pero compréndeme si te digo que nunca está de más tomar precauciones-dijo el hombre, acariciando el brazalete que cubría la piel de Aris-. Ah, y en cuanto a tu amiguito rosado, está tranquilamente dormido y dudo mucho que despierte hasta el amanecer-se separó de la muchacha, sonriente, y se situó delante de ella-. Bueeeeno, mi dulce señorita sin nombre, creo que te raptaré.

La joven abrió la boca, horrorizándose de que no saliera ningún sonido de su garganta, y empezó a hacer aspavientos con los brazos frenéticamente, presa del pánico, haciendo que Gabriel se echara a reír.

-Qué reacción tan cómica-comentó, cogiendo a Aris de la cintura, colocándosela sobre el hombro como si fuera un saco-. Espero que no te dé miedo saltar desde el balcón. Aunque, pensándolo bien, no tienes de qué preocuparte, no dejaré que te estrelles contra el suelo.

Ese comentario hizo que la chica se escandalizara aún más si cabía, pero, sabiendo que estaba en una situación bastante delicada, decidió no moverse demasiado. La idea de acabar estampada contra el suelo no le resultaba demasiado atrayente.

Gabriel subió al marco de la ventana, inspeccionando el lugar. Al comprobar que no había nadie que pudiera delatarlo, dio un salto, cayendo elegantemente de pie, como si hubiera saltado un pequeño escalón, y posó a Aris con delicadeza sobre el suelo, dedicándole una cálida sonrisa mientras rodeaba sus hombros con un brazo, echando a andar tranquilamente.

-Dar un paseo de noche es de lo más relajante, ¿no crees? Ah, cierto, no puedes contestarme porque no puedes hablar-el hombre miró de reojo hacia la muchacha, frunciendo el ceño-. No toquetees el brazalete, es una pérdida de tiempo. Tendrías que haber supuesto que sólo yo puedo quitártelo, no me creerás tan estúpido, ¿verdad? Qué decepción, pensar que un genio como yo no habría caído en un detalle como ese…

Aris hizo girar sus ojos, aburrida ante la perorata del hombre. Podría haberla dejado sorda en lugar de muda, se lo hubiera agradecido mucho más.

-Te estarás preguntando que adónde nos dirigimos, querida…uhm…-se llevó una mano al mentón, pensativo-Voy a ponerte un nombre. Oh, no me mires de esa manera, parece que te lo estés tomando como si te fuera a tratar como una mascota, cuando no es así. Todos recibimos un nombre al nacer, ¿no es cierto? Bien, yo no conozco el tuyo, así que voy a ponerte un nuevo nombre. Dame unos segundos para poner a trabajar a mi genial cabeza. Veamos…-se quedó unos minutos en silencio, mientras ambos recorrían la ciudad, saliendo de ésta sin que Gabriel hubiera abierto la boca ni una sola vez-¡Ya lo tengo!-exclamó, sobresaltando a Aris-A partir de este momento, te llamaré Eustaquia.

La muchacha abrió mucho la boca y, de haber podido, un indignado ‘’¿¡qué!?’’ habría salido de su boca. El hombre volvió a reírse, sacudiendo la cabeza, divertido.

-Era broma, mujer. He pensado en llamarte Hemeris. Sin lugar a dudas, ese es mucho más bonito que Eustaquia.

Aris sintió ganas de llorar de pura desesperación. No sabía qué había hecho ella para merecer un destino tan cruel como ese. Tal vez tendría que considerar el tratar mejor a Mog a partir de ese momento, puede que fuera un castigo divino por discutir tanto con su amigo. De todas formas, el tener que soportar a un chalado de tal calibre era demasiado para la joven, la cual sentía ganas de arrancarse de cuajo las orejas para no volver a oír a Gabriel.

-Tranquila, mi guarida no está muy lejos, apenas faltarán unos cuantos minutos para llegar. Unos cuantos minutos un poco largos-dijo para sí, pensativo-. Es igual, llegaremos antes del amanecer o, como muy tarde, poco después de que amanezca. Por cierto, he de decir que eres la primera persona que no trata de huir desesperadamente de mí cuando os secuestro. Chica lista, debes de tener una intuición bastante aguda. O eso, o una inteligencia muy limitada.

La muchacha respiró profundamente, apretando los puños, mientras sus claros ojos azules se oscurecían, anunciando una tormenta inminente.

-No te sulfures, querida Hemeris, tan sólo bromeaba. Oh, qué desconsiderado soy… ¿estás cansada? Puedo llevarte en brazos, como un buen caballero.

Aris negó repetidas veces con la cabeza, lo cual no fue impedimento alguno para que Gabriel cargara con ella, haciendo que la ira que se acumulaba en su interior fuera creciendo cada vez más.

-Por cierto, creo que tú y yo todavía no hemos hablado sobre mis planes…Aunque, bueno, tú poco ibas a poder hablar. Ni los conoces, ni puedes emitir ningún sonido. A veces soy demasiado despistado…En fin, mis pequeños defectos carecen de importancia ahora mismo. Bien, resulta que tengo ciertos problemas de personalidad, eso no es ninguna novedad, puesto que es bastante frecuente, ¿no? El problema radica en que a una de mis personalidades le atraen las jóvenes como tú, no entraré en detalles sobre lo que le gusta hacer, es demasiado evidente; a otra le gusta secuestrar gente; otra tiene ligeros aires de superioridad y la última tiene la obsesiva costumbre deee...ahmmm... ¿cómo decirlo sin que te asustes? Uhmmm...Digamos que tiene la manía de descuartizar a sus víctimas y deleitarse con su sangre-bajó la vista hacia Aris, estirando los labios en una alegre sonrisa-. Tienes suerte, esta noche parecen haberse juntado todas ellas, y te ha tocado a ti sufrir las consecuencias. ¿No es fantástico?

El poco color que podía haberle quedado a Aris en la piel se esfumó totalmente, dejándola completamente blanca. Gabriel la observó atentamente, dejando de sonreír, acariciando la nívea mejilla de la muchacha con suavidad.

-No te asustes, querida Hemeris. Te prometo que te trataré bien. No suena muy creíble, lo sé, pero procuraré que sufras lo menos posible.

Aris se movió bruscamente, librándose del contacto de Gabriel, y cayó al suelo, alejándose del hombre, sin apartar la vista de él, temiendo que volviera a desaparecer y aparecer tras ella. Gabriel emitió un cansado suspiro, se acercó a la muchacha y cerró los dedos alrededor de su garganta, alzándola algunos centímetros.

-No te conviene irritarme-dijo con un tono de voz más grave que de costumbre, apretando más el cuello de Aris-. Sé buena chica y no trates de huir o no seré tan considerado como hasta ahora.

Gabriel soltó a la joven con cuidado, volviendo a sonreír, y comenzó a andar de nuevo, pasando un brazo por sus hombros. Tras un buen rato de caminata en la cual Aris estuvo a punto de quedarse dormida, tanto por el cansancio que sentía como por la charla incesante del hombre, llegaron por fin a una cueva.

-Querida Hemeris, te doy la bienvenida a mi humilde hogar provisional…Y, probablemente, a lo que será tu bonita tumba. Pero no te preocupes, ya te dije que te trataré bien, no será una muerte…demasiado dolorosa.

Dicho esto, Gabriel se introdujo en la cueva junto a Aris, sin dejar de sonreír.


Lejos de allí, en la habitación de una posada de la ciudad de Kaipo, un pequeño moguri parecía estar despertándose de un profundo sueño que había dejado su cabeza como si estuviera rellena de algodón. Mog estiró sus pequeñas extremidades, inspeccionando, tras espabilarse un poco, la habitación, buscando a Aris.

-¡Ariiis!-la llamó-¿Dónde te has metido, kupó? ¿Aris? Qué cosa más rara, kupopó...Uhm...No está ni su bolso, ni sus botas ni nada de nada, kupó... ¿Se habrá levantado ya? No, Aris no suele madrugar tanto, kupopó...Y tampoco se suele dejar la ventana abierta, kupó kupó...-de pronto, su mente recordó a cierta figura recortada contra la negrura que se había abalanzado sobre él la noche anterior-¡¡Kupóoooooooo!! ¡¡¡Ese hombre ha raptado a Aris, kupopopóooooooo!!!

La criatura salió de la alcoba rápidamente, abriendo la puerta como buenamente pudo, y empezó a aporrear la puerta de la habitación de Abel con su bastón.

-¡¡Abeeeel!! ¡¡¡Han secuestrado a Aris, kupóooo!!! ¡¡¡DESPIERTA YAAAA!!! ¡¡¡Kupó kupó kupóooo!!!
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by Nube de oscuridad » 26 Dec 2012, 15:42

Cerró despacio la puerta de su alcoba, procurando no hacer ruido, no en balde debían ser las cuatro o las cinco, y no quería molestar a nadie. Dejó sus cosas sobre la mesita de la cama, y vio, casi como si de una bendición de tratase, un baño privado; y con ducha. Normalmente la gente tenía que lavarse en bañeras llenas de agua, o incluso en el río. La ducha era algo que no veía desde que había partido del castillo de Eblan haría ya cuatro años.
Se quitó la ropa y entró en el baño. Vio allí una nota: “para usar agua caliente es imprescindible magia”. Sonrió con ironía. “Magia”, se dijo, “no es necesaria para todo”.
Se acercó a la zona donde se debía encender el fuego mediante el conocido hechizo piro. Él, en su lugar, alzó la mano y convocó una llama.
-Candela- pronunció en un susurro.
El fuego se introdujo en aquel cubículo, no solo para calentar el agua, sino también para iluminar algo más aquella estancia, que se había mantenido en la penumbra hasta ese momento.

Entró en la ducha y abrió el “grifo”. Cerró los ojos al sentir el agua caer sobre el como si se tratase de una lluvia caliente. Sentía como el agua se llevaba su cansancio, cosa que agradecía enormemente, sin embargo, en cuanto el dolor de su cuerpo desapareció, y pudo centrarse en otras cosas, comenzó a pensar en lo que estaba haciendo, y en lo que estaba por ocurrir.

“Damcyam. Desde que salimos de Baronia le he dicho a Aris que iríamos allí. ¿A qué?.¿ A ver las ruinas que yo mismo creé y el desastre de un castillo ya sin vida en el que ya solo sirve de refugio para los saqueadores con suficiente habilidad?. Aún así quiero ir allí, a revivir un pasado que apenas recuerdo.
Tenía cuatro años. Si, tenía cuatro años cuando condené a muerte al castillo del desierto. Aún recuerdo la oscuridad. Todo era negro, y yo estaba allí, en medio de ninguna parte. Desde aquel frío lugar solo sentía el dolor de la gente. La gente que estaba muriendo por mi culpa. Recuerdo que lo primero que vi después de la oscuridad fue a mi madre en el suelo, manchada de sangre, respirando entrecortadamente. Me pidió que me acercara, me acarició la mejilla y me dijo que yo no tenía la culpa de nada. Acababa de destruir el castillo y no tenía la culpa de nada. Ahora que lo pienso resulta irónico.”


Las lágrimas que ahora caían de sus ojos se camuflaban con el agua de la ducha. Era la primera vez en casi diez años que pensaba en aquel día.

“Entonces murió. Y con ella, murió también mi infancia. Quise levantarme, pero no tenía fuerzas. Papá aún estaba vivo. Entro por la puerta, vociferando. Él si me culpaba. Me culpaba de la muerte de su amada, de la muerte de su pueblo.”
Las imágenes de su padre cogiendo una espada y alzándola contra su propio hijo le recorrieron la cabeza, casi como si de una bomba se tratara. Tuvo la sensación de que era en ese momento cuando se lo estaba haciendo.
“No se quien detuvo a mi padre para salvarme a mi, pero cometió un gran error. Yo tenía que haber muerto en ese momento. Mi padre cayó al suelo, con una mueca de dolor. Entraron entonces los ninjas de Eblan. Me pidieron que me tranquilizara, que todo iba bien.
Les intenté explicar durante mis primeros meses en su castillo que yo había provocado la caída de Damcyam, pero no quisieron escucharme. Al final, deje de intentarlo.”


Abel se apoyó contra la pared y respiró profundamente. No quería recordar más. Necesitaba relajarse. Obligó a las imágenes de su pasado a irse de su cabeza, para poner en ella algo más alegre.



Unos minutos más tarde salió de la ducha completamente relajado. “Lo necesitaba”, se dijo con una sonrisa.
Miró a su alrededor mientras se colocaba la toalla alrededor de la cintura, para taparse. Vio entonces sobre la mesita el libro de aquel antepasado suyo. El libro de Edward.
Se tumbó en la cama y lo cogió, para continuar la lectura donde la había dejado.


“Damcyam está creciendo como nunca. Hace ya casi dos años del ataque del creador, y el mundo está una paz absoluta. Jamás pensé que vería mi pueblo tan feliz, tan prospero. Miento, no lo esperaba, pero si lo veía posible. Lo que jamás hubiese pensado era que me considerarían un buen rey, y sin embargo, parece ser que todos están contentos conmigo, cosa que me alegra. Al final Cecil resultó estar en lo cierto. Confió en mi, y se lo agradezco profundamente, no se que hubiese sido de mi sin él.
Damcyam, espero que sigas así muchos años, y que vivas ahora lo que no pudiste vivir desde el ataque de las alas rojas hasta hoy.”

-Lo siento mucho, Edward. He estropeado tu sueño. Un sueño que se había cumplido..
No había podido evitar pensar de nuevo en todo lo que había causado.
Pasó páginas, hasta llegar a los anexos de otros libros escritos por Edward. Leyó algunos títulos: “Cecil: el paladín y el caballero oscuro”, “Rydia: la invocadora legendaria”, “Edge: el señor de Eblan”. No quiso leer más, y simplemente se tumbó y cerró los ojos. Pensó entonces en Aris, y lo que estaba haciendo. Ella le estaba acompañando en una odisea en la que era probable que ambos acabasen muertos. Quiso descartar ese pensamiento rápido, pero solo lo cambió por otro, que para él, era peor.
“Hace ya tiempo que conozco a Aris. Confió en ella como en nadie en este mundo. Quizás podría decirle... No, que estoy diciendo. En esta sociedad no me queda otra que callarme. Ella me rechazaría. Todos lo harían. ¿Quién iba a aceptar a alguien que ha destruido un reino entero y que además es...¿Qué hago pensando en estas cosas?. Lo mejor será que me duerma ya”

Aún así, continuó dándole vueltas a ese último pensamiento. Un problema que dada su situación actual era poco importante, pero para él era extremadamente relevante. Quería poder hablar con alguien sin tener que controlar sus palabras.
Finalmente, cayó rendido al abrazó del sueño






Alguien golpeaba su puerta con fuerza. Abrió los ojos, intentando distinguir que le decían. Supo que era el moguri. En un principio pensó que abría visto alguna comida que le gustase, o que habría encontrado alguna moneda. Agudizó su somnoliento oído para distinguir lo que le estaba diciendo.
Entonces se despejó de golpe. No se paró ni un instante, simplemente, se levantó, cogió sus cosas y comenzó a correr.
Abrió la puerta con fuerza, gritándole al moguri que se diese prisa.
Había salido de la habitación completamente desnudo, y comenzó a vestirse por el camino. Tuvo la suerte de que nadie le vio antes de ponerse algo encima.
Mog comenzó a correr delante de Abel.
-Hacia el norte, kupo. Vamos, kupopó

Abel suplicó por todos los medios posibles a Fénix que apareciese, pero no hubo respuesta.
Simplemente siguió corriendo, con una mirada de odio profundo hacía el que hubiese tocado a Aris
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by TashitaDissidia » 26 Dec 2012, 16:37

Aris paseó la vista por el lugar, mirando de reojo a Gabriel con una clara mueca de disgusto, cada vez más frustrada al no poder emitir sonido alguno. El hombre tamborileó los dedos sobre el hombro de la muchacha, silbando una alegre cancioncilla, internándose en la cueva.

-Te gustará, ya verás. No es gran cosa, un par de piedras por aquí, algunos riachuelos por allá, pero es acogedora. Oh, querida mía, no pongas esa cara tan larga. Sonríe ahora, Hemeris…Dentro de unos instantes no podrás, y no porque yo no te deje, sino porque no sentirás ganas algunas de mostrar tu sonrisa al mundo. Vamos, satisface mi pequeño deseo y sonríe un poquito, aunque sea.

La joven movió ligeramente la boca, como si hubiera lanzado un gruñido, y cruzó los brazos sobre el pecho, reacia a estirar los labios en una sonrisa. No quería sonreír, era bastante evidente que, estando con un tipo como Gabriel, la alegría brillaba por su ausencia.

-No, Hemeris, eso no es una sonrisa, es un acto realmente estúpido que hace que me enfurezca considerablemente. Verás, hay algo que quiero que sepas…-se situó frente a Aris, apretando dolorosamente sus hombros con las manos-Cuando yo digo que hagas algo, tú lo haces sin rechistar. Es una cosa bastante simple, algo sencillo de recordar. Así que probaré de nuevo…Borra esa expresión y sonríe.

La chica volvió a negarse a sonreír. Frunció el ceño, soportando como buenamente pudo el dolor que el hombre le provocaba en los hombros. Gabriel dejó escapar un ronco suspiro, frotándose los ojos con un par de dedos, y se llevó una mano al cinturón, desenfundando una pequeña daga, jugueteando con ella, divertido.

-Ah, mi leal compañera. Esta daga ha rebanado más cuellos que días has vivido tú…No, no, no, no voy a hacerte lo mismo a ti, no te horrorices tan pronto, querida Hemeris-dijo, pasando la fría hoja por las mejillas de la joven-. A ti no te haré eso, a ti te obligaré a sonreír, ya que no lo haces por tu cuenta. Cortando las comisuras de los labios, queda una sonrisa retorcidamente preciosa, ¿no crees?

El hombre posó la daga sobre los labios de Aris, besando la otra parte del arma.

-Bueno, procedamos-murmuró, separándose, esbozando una alegre sonrisa.

Gabriel acarició la boca de la joven con el filo de la daga, pero no llegó a hacerle ningún corte. Un ruido constante le obligó a detenerse.

-Goteras-farfulló, frustrado-. Odio esas malditas goteras, han sido enviadas de las profundidades del averno para torturarme. Ah…Supongo que tendré que posponer tu intento de sonrisa para más tarde. Vamos.

Aris alzó una ceja, sin comprender lo que acababa de pasar. Aunque, pensándolo detenidamente, tratar de comprender a aquel hombre era todo un reto a la lógica. Así pues, se pasó una mano por los labios, casi arrancándoselos, y echó a andar junto a Gabriel, sin dejar de observar la cueva, sintiendo escalofríos. No le gustaba aquel lugar y, además, el estar totalmente indefensa no hacía sino acrecentar su resquemor. Por no hablar del hecho de estar al lado de un hombre cuya salud mental era bastante cuestionable, lo cual era una auténtica pesadilla.

-Dime, Hemeris, ¿tienes familia, además de esa pequeña bolita de pelo?-pasaron unos segundos en los cuales no se escuchaba en la cueva más que el ruido del agua-Oh, Hemeris, Hemeris…He vuelto a olvidarme de que no puedes hablar. Tiene que ser de lo más frustrante, ¿verdad? No me gustaría estar en tu lugar, querida…

Aris hubiera deseado más que nunca poder hablar en aquellos instantes; tenía unas cuantas cosas que tratar con aquel hombre y, sin lugar a dudas, las palabras que le fuera a dedicar serían de todo menos delicadas. Sin embargo, su lengua era del todo inútil. Lo único que podía hacer era cruzar los brazos, seguir a Gabriel y tratar de sobrevivir.

-¡Ah, mira!-exclamó el hombre tras cruzar algunos puentes-En este mismo lugar le corté los miembros a un jovencito que se negó a compartir mesa conmigo en la posada de Kaipo. Puedes apreciar los restos de sangre sobre las piedras, fue hace…relativamente poco. Fue un acto del todo justificado; yo quería cenar, no había mesas libres, y le pregunté amablemente si podía compartir mesa con él. Su respuesta fue de lo más desagradable, tenía que pagar por su maleducada conducta. Oh, y en ese rincón de ahí le arranqué la lengua y le reventé los ojos a una señorita que se negó a mirarme mientras complacía los deseos más bajos de una de mis personalidades. Hoy en día hay demasiada gente desconsiderada, ¿no crees?

La joven sintió que su estómago se retorcía de manera poco halagüeña, sintiendo ganas de expulsar de su organismo hasta la primera papilla que sus padres tuvieron a bien darle. Aquel hombre le narraba esos hechos como si fuera lo más normal del mundo, como si tuviera razón al llevar a cabo esas crueles torturas. Gabriel la miró de reojo, captando perfectamente las sensaciones que la recorrían, las cuales se reflejaban en su rostro como si éste fuera un perfecto espejo.

-A ti no te haré nada de eso, puedes estar tranquila. Tú te mereces un trato especial, esto no son más que nimiedades. ¿Sabes? Me gustan tus hombros-comentó-. Sí, tienes unos hombros delicados y delgados. Te estarás preguntando la razón de que te cuente esto; bien, lo cierto es que me suelo centrar bastante en las partes que me resultan más…bueno, más atrayentes. Y la zona de tus hombros y clavícula me gusta bastante. Oh, por supuesto, a mí daga también le gusta mucho. Hazte una ligera idea, querida Hemeris.

Aris tragó saliva, quedándose algo más rezagada, pensando en las probabilidades que tenía de sobrevivir aquel día, estando con un hombre como aquel. Gabriel, al ver que la chica no lo seguía, se giró hacia ella, extendiendo una mano en su dirección, sin dejar de sonreír ni por un momento.

-Vamos, ven a mi lado, Hemeris. Si te separas de mí, puede que te pierdas.

La muchacha aumentó el ritmo hasta situarse de nuevo al lado de Gabriel, mirándole de reojo, temerosa. El hombre colocó una mano en su espalda, mostrándole todas y cada una de las partes de la cueva en las que había torturado o descuartizado a alguien, horrorizando cada vez más a Aris, que creía que acabaría desmayándose de la impresión de un momento a otro. Gabriel, por su parte, parecía de lo más tranquilo, incluso podía apreciarse un ligero tono de diversión en su voz cada vez que hablaba.

-Hmmm…Creo que este lugar es el ideal para ti, mi dulce señorita-dijo al cabo de un rato, frenando su avance, colocando las manos en las caderas-. Sí, es perfecto. ¿Te gusta el agua, Hemeris? Espero que sí, tienes un gran lago justo al lado, y si no te portas bien, acabarás en él más de una vez. Bueno-se giró hacia la chica-, ¿por dónde quieres que empecemos? Oh, ya sé. Creo que empezaré por tu bonita cara. Tengo una cosita…Dame un momento, no sé dónde la dejé…-introdujo la mano en una pequeña bolsa que llevaba atada al costado, tratando de encontrar el objeto que buscaba, emitiendo una exclamación de alegría al dar con él-Mira, ¿no te parece una preciosidad? Es un bonito dedal de plata, capaz de perforar tu piel en un visto y no visto. Juguemos un rato.

Aris hizo un ademán negativo con la cabeza, andando hacia atrás, topándose con una pared rocosa que le cortaba el paso. Gabriel, por su parte, se colocó el objeto en el dedo índice de la mano derecha, mirándolo con ojo crítico, y comenzó a acercarse a la joven, sonriente.

-Bien, bien…-cogió el mentón de Aris, alzando su cabeza-Si clavo el dedal aquí…-murmuró para sí, clavando la garra de plata en la piel de la muchacha, bajando hasta llegar casi al cuello, dejando un rastro de sangre a su paso-Sí, sigue igual de afilado que siempre. Es una auténtica maravilla.

Gabriel lamió la sangre que goteaba por la barbilla de la joven, quedándose pensativo durante unos instantes, como si estuviera sopesando algo. Poco después, asintió alegremente.

-No me puedo creer la buena suerte que he tenido hoy. Sin duda, sabes satisfacer a una de las partes más retorcidas de mi persona. Eres afortunada, gracias a eso, probablemente permanecerás más tiempo con vida. Hay tantas formas de divertirse con alguien como tú…Veamos, ¿qué te apetece hacer primero? Puedo torturarte un poquito y luego violarte, o al revés. O puede que antes te debilite lo suficiente como para dejarte al borde de la muerte. Créeme, no tengo muchos problemas con la necrofilia, si el cadáver lo merece-al ver la reacción de Aris, no pudo por menos que echarse a reír-. ¡Oh, por favor! ¡Eres una joven tan impresionable…! No me tomes por un loco, jamás me acostaría con un muerto. Uno tiene ciertas prioridades, ¿sabes? Me gustan más las personas vivas, dan mucho más juego. El mejor ejemplo lo tienes en ti misma. ¿Crees que un cadáver tendría esas reacciones tan divertidas? Claro que no.

Aris no pudo reprimir el desprecio que reflejaron sus ojos, cosa que irritó sobremanera a Gabriel, el cual enredó su mano en la larga cabellera de la joven, tirando de ella dolorosamente.

-Querida, borra ahora mismo esa mirada de tu rostro, no es demasiado atrayente para mí, y te aseguro que lo que te conviene, es ser lo más atrayente que puedas. Sólo eso garantiza que vivas unos segundos más, o que vivas unos segundos menos.

La chica ni se inmutó, a lo que el hombre contestó con un fuerte tirón, echando a andar de nuevo, claramente molesto con Aris, a la cual prácticamente arrastraba del cabello por el suelo de la cueva.

-Debes comprender que mi paciencia es limitada…y te estás portando realmente mal, señorita. Esto se merece un buen castigo.

Aris cerró fuertemente los ojos, alegrándose de que no pudiera gritar del dolor que sentía. Como pudo, introdujo la mano derecha por la amplia manga izquierda, donde llevaba oculta una pequeña daga que apenas solía utilizar y que sabía de sobra que sería totalmente inútil contra Gabriel, motivo por el cual no la había sacado antes. Cogió el mango del arma, tirando de él, y no quiso ni pensar dos veces lo que iba a hacer a continuación. Su pelo era un agobio constante, pero nunca se le había ocurrido llegar a esos extremos…hasta entonces. Con toda la fuerza de su voluntad, pasó el filo de la daga por su larga cabellera, deshaciéndose de ella, quedando como único testigo de su largura dos mechones que enmarcaban su rostro. Gabriel se giró, alzando una ceja, viendo que en su mano tan sólo tenía un puñado de cabello. Levantó la vista, clavándola en Aris, la cual dejó caer la daga por pura sorpresa cuando el hombre, en milésimas de segundo, la empotró contra la pared.

-¿Sabes que acabas de hacer una de las cosas más absurdas de tu vida, querida? Puede que ya no pueda agarrarte de la cabellera, pero eso no es impedimento para que pueda torturarte como me dé la gana-pasó la mano por el corto cabello de la muchacha-. Ah, bueno, no es una idea tan descabellada, te libras de varios problemas...Pero acabas de añadirle uno bastante preocupante para ti-dijo, acariciando la nuca de Aris-. A mi daga le gusta ahora tu cuello. Yo que tú, estaría realmente preocupada. Mi daga es muy caprichosa.

La joven le dio un fuerte manotazo, furiosa, librándose del contacto de Gabriel. El hombre frunció el ceño, agarró a Aris del cuello y la acercó al borde de la plataforma rocosa donde se encontraban, apretando la piel de la muchacha de tal manera que perforó su cuello con el dedal de plata.

-Perfecto, has conseguido enfadarme un poco, querida. Hora de dar un chapuzón.

Gabriel sacudió a la chica, sin soltar su cuello, y la tiró fuertemente hacia el lago. Por suerte, el cuerpo de Aris no chocó contra ninguna roca; de lo contrario, hubiera muerto por el impacto con total seguridad. La joven trató de salir a flote en cuanto fue dueña de sus actos, pero el pesado jersey dificultaba sus acciones y, además, el ver su propia sangre fluir por el agua hacía que sus fuerzas menguaran todavía más. Sin embargo, algo tiró de ella hacia afuera.

-Qué cosa más torpe eres…-dijo el hombre, riéndose, cogiéndola entre sus brazos-Sigamos jugando un poco más. Ahora le toca divertirse a la daga, si te parece bien. ¿No te opones? Vamos, puedes decirme qué te apetece hacer-Gabriel esperó unos segundos, sonriente, como de costumbre-. Está bien, puesto que no dices nada, doy por sentado que te apetece jugar con la daga a ti también.

El hombre dejó con delicadeza a Aris sobre el suelo, guardando el dedal de plata, fijando la vista en el cuello de la muchacha, pasando un dedo por la herida que se veía en él.

-Esto no entraba en mis planes, querida Hemeris. Tranquila, algún día se te curará, probablemente. Y, si no, tampoco es tan grave. No es más que un pequeño agujerito en el cuello, te lo podría hacer cualquier animalejo. Bien, pasemos a otras cosas…-Gabriel sacó la daga, dándose toquecitos con ella en la barbilla-No sé por dónde empezar…Tal vez por los hombros. Hmmm…Sí, por los hombros, me parece a mí.

Aris negó fuertemente con la cabeza, apartándose todo lo que pudo del hombre, temblando tanto por el miedo como por el frío que sentía en esos momentos; sin embargo, lo único que consiguió fue arrinconarse de nuevo contra la pared de piedra, a merced del lunático Gabriel. El hombre se quedó pensativo durante unos segundos, como si estuviera sopesando qué hacer a continuación, hasta que de un brusco y prácticamente imperceptible movimiento hizo un profundo tajo en la clavícula de la muchacha, la cual se quedó completamente lívida, sintiendo cómo corría la sangre por su piel. Gabriel hundió la cabeza en aquella zona, bebiendo el líquido que brotaba de la herida, y al separarse, miró a Aris. Sus labios, completamente rojos y brillantes, estaban estirados en una sonrisa propia de un demente, manchados de sangre, la cual resbalaba por su barbilla, salpicando la escasa barba que tenía.

-Podría desangrarte en estos instantes si quisiera, pero creo que antes me divertiré de otra manera. No me apetece debilitarte tanto todavía.

El hombre sujetó la daga con la boca, desabrochando el cinturón que mantenía ajustado el jersey de Aris, y, cuando se libró de él, rompió la prenda de parte a parte con la afilada arma, haciendo que cayera pesadamente al suelo por lo húmeda que estaba tras la caída al lago, dejando a la joven tan sólo con el mono oscuro.

-Querida, estás temblando de una manera que casi parece inhumana. No te irás a resfriar, ¿verdad?

La muchacha apenas tenía fuerzas para mirarle de manera despectiva; la herida de la clavícula le dolía horrores y no dejaba de sangrar, además, estaba agotada, no había dormido absolutamente nada desde el día anterior, por no hablar del frío que tenía. La razón de que no hubiera perdido el conocimiento todavía era un auténtico misterio para ella.

-Uhm…Vaya, vaya, vaya…Resulta que ahora me apetece seguir utilizando la daga. Lo otro puede esperar, pero tu sangre me ha gustado demasiado. Señorita, reza para no morir antes de tiempo, aunque lo tienes complicado.

Gabriel se situó tras Aris en décimas de segundo, siendo fiel a su costumbre, y pasó el filo del arma por el hombro de la joven, saboreando el líquido carmesí que brotaba del corte.

-Menos mal que te has cortado el pelo, Hemeris. Es mucho más cómodo así.

La muchacha dejó caer la cabeza, cansada, respirando a duras penas. El hombre había llenado su débil cuerpo de profundos cortes que no dejaban de sangrar, por lo que apenas se sentía ya con fuerzas incluso para poder mantener los ojos entreabiertos. Aris trastabilló al no poder sostenerse en pie, pero Gabriel la cogió antes de que cayera al suelo, negando con la cabeza.

-Tch…Qué poco aguante tienes, querida…Tal vez te hubiera hecho falta descansar un poco más para poder soportar nuestra improvisada cita. Oh, pero no pienses que voy a dejar que mueras, no tan pronto.

El hombre cerró los ojos, murmurando en voz baja unas palabras, extendiendo una mano sobre el pecho de la joven. Al cabo de unos segundos, las heridas que adornaban la piel de Aris sanaron, desapareciendo. Gabriel, por su parte, parecía ligeramente más debilitado, aunque no había dejado de sonreír ni por un momento.

-Considérate afortunada, creo que es la segunda vez que gasto energías para curar a una persona. No es algo que me convenga demasiado; por desgracia, consume mi vitalidad de una manera alarmante, así que a partir de ahora te trataré mejor, para que no estés a las puertas de la muerte tan pronto. Por supuesto, la próxima vez no te salvaré, ni aliviaré tu sufrimiento dando el golpe de gracia, sino que te dejaré sola, desangrándote poco a poco, sin mover ni un solo músculo para auxiliarte. ¿Has comprendido, Hemeris?

Aris frunció el ceño, pero no tuvo más remedio que asentir. No le convenía luchar contra Gabriel cuando era evidente que su vida estaba en sus manos.

-Eso es, buena chica, Hemeris. Y, ahora que mi daga parece saciada, ¿te apetece que juguemos a otra cosa?

La muchacha quiso gritarle unas cuantas cosas a aquel lunático; sin embargo, el maldito brazalete no la dejaba hablar, ni utilizar magia, el único recurso al que podía recurrir si se encontraba en peligro.

-Esta vez me portaré como un caballero, te lo prometo. Nada de sangre, ni cortes, ni mordiscos indebidos. Sólo te pido una única cosa, Hemeris…-atenazó su barbilla, mirándola atentamente a los ojos-No despegues tu vista de la mía, o me temo que tendré que castigarte, y este castigo no será tirarte al lago. Creo que recuerdas bien lo que te comenté cuando paseábamos por la cueva…Tenlo presente.

Aris se tragó las lágrimas que se agolpaban en sus ojos y aceptó la mano que Gabriel le ofrecía. El hombre asintió, sonriente, y echó a andar, adentrándose más en la caverna.

-Bien, te llevaré a un sitio más espacioso.

La joven se dejó guiar por la cueva, echando la vista hacia atrás, sacando fuerzas de sus entrañas. Dejó escapar el aire de entre los labios, desviando de nuevo los ojos hacia delante.

Todavía no sabía qué había hecho para merecer ese sufrimiento.
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by Nube de oscuridad » 07 Jan 2013, 20:22

El sol se alzaba ya sobre las montañas, y el gélido desierto nocturno había dejado paso a una cálida mañana. El viento soplaba, meciendo el cabello y la bufanda de Abel. Su cara seria no reflejaba ninguna clase de emoción en aquel momento. A su lado, el moguri permanecía en silencio, temiendo la posible reacción de su amigo.

-¿Es aquí?- preguntó Abel, en tono seco, con la vista al frente, hacia la cueva que había frente a ellos.

-Así es, kupó- respondió el con la voz apagada.

Gracias al vínculo establecido entre Aris y Mog, éste podía localizarla allá donde estuviera, y saber si se encontraba bien. Había sentido su dolor, su miedo, su ira. Había sentido como extrañamente todas sus heridas se curaban. Sabía que seguía viva, y así se lo había comunicado al inexpresivo Abel, que no le había contestado entonces. En realidad Abel era su único consuelo. Confiaba, e incluso tenía la certeza de que él la encontraría aunque hubiese que ir hasta el fin del mundo.
Abel no se encontraba menos preocupado por Aris. No mostraba ninguna emoción, pero por dentro éstas libraban una encarnizada batalla para no salir a flote. Sabía que si se dejaba llevar por sus sentimientos sería malo tanto para Aris como para él.

Un escalofrío recorrió su cuando posó sus ojos en la entrada de la cueva. A pesar del calor del desierto, un frío glaciar emanaba de ella, así como un aura de oscuridad, que parecía querer engullir toda la luz de este mundo. Sentía la presencia de la muerte allí dentro.
Respiró hondo y se adentró en la cueva. Mog le siguió de cerca, temblando.



En aquel lúgubre sitio se respiraba muerte. El incesante sonido de las goteras hacía eco entre las paredes. Abel caminaba despacio, atento a todo lo que pudiese pasar a su alrededor. La niebla no le permitía verse los pies, obligandole a avanzar despacio.

No tardaron en llegar a una gran sala. Allí, las piedras parecían estar esculpidas para dar formas rectas. Todas ellas estaban cubiertas por sangre seca. Abel intentaba controlarse para no temblar, pero no fue capaz. Estar en aquel sitio le resultaba como estar en el infierno. Notaba la maldad en el aire. Sentía como la oscuridad que repetía en su interior quería entrar en comunión con la que llenaba la estancia

-Abel, aquí, kupó- dijo el moguri, rompiendo el silencio que reinaba.

Respondiendo a la llamada del moguri, fue hasta donde se encontraba él. A otra de aquellas siniestras piedras.

-No puede ser- dijo al ver la sangre fresca, y prácticamente aún líquida.-Mog, por favor...

-Está viva, kupó- sentenció, anticipándose a la pregunta que le iba a formular.

Ambos se miraron. Abel abrió la boca para decir algo, pero algo se lo impidió.Creyó haber escuchado una voz

-¿Has oído eso?- preguntó, alarmado.

-¿Oír, qué, kupó?- respondió, intrigado por la pregunta de su compañero.

Volvió a oírla. Esta vez mucho más nítida. No era una voz. Eran cientos de ellas. Ciertas de voces hablando al mismo tiempo, formando un murmullo. Sonaban lejanas, y parecían sufrir. A pesar de no entender nada de lo que oía, sentía la tristeza de lo que decían.
Desvió la mirada al suelo, contemplando otra vez la niebla. Entonces lo comprendió.

-Son almas- susurró sin levantar la cabeza del suelo.

Como toda respuesta, Mog puso cara de intriga al tiempo que dejaba escapar un “kupó”. Solo entonces Abel mostró una emoción en su rostro. Miró al moguri con preocupación.

-Mog, no se quien es ese hombre que tiene a Aris, pero ha detenido el flujo de almas. Esta niebla que ves cubriendo el suelo, es la manifestación de todas las personas a las que ha matado, y a todas las almas a las que se les ha vetado continuar en la corriente de la vida.

Entonces el Moguri dejó escapar un sonoro kupó. Abel le hizo callar rápidamente tapándole la boca con la mano. Mog asintió, entendiendo que tendría que permanecer en silencio.
Abel temía que les hubiesen oído.

-Estamos en una situación mucho más peligrosa de lo que jamás se me habría ocurrido. Un paso en falso y nosotros pasaremos a formar parte de esa niebla.

Continuó caminando, dejando atrás la sala principal.
Según se adentraba en la cueva sentía cada vez con más fuerza a la oscuridad que latía en su interior luchando por liberarse.
Allá donde mirase, veía atrocidades. Cadáveres desmembrados, rostros de sufrimiento que habían permanecido en los semblantes de las victimas de aquel incluso después de muertos, esqueletos con prácticamente todos los huesos rotos, paredes teñidas del color de la sangre.
Todo lo que veía era un atroz crimen contra la vida, pero no se podía permitir pararse a pensar en ello, tenía que continuar. Conocía a Aris, y sabía que ella lucharía. Tenía que encontrarla antes de que o ella o el hombre que la retenía hicieran alguna estupidez.

Llegó entonces a un lago. En el apenas había niebla, y el sonido del agua sepultaba el de las almas allí atrapadas.

-Kupó- dijo Mog mientras volaba hacia un lugar determinado, en la orilla del lago.

Abel le siguió, preguntándose que había encontrado. Era la ropa de Aris. Se agachó para cogerla. Estaba rota, y empapada. Miró hacia el agua, esperando ver algo. Pero no fue así.
Cerró el puño con fuerza mientras una única y solitaria lágrima recorría su mejilla.

-Voy a encontrarte, Aris. Ese hombre va a pagar por todo lo que ha hecho- dijo con un nuevo brillo de determinación en sus húmedos ojos
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by TashitaDissidia » 09 Jan 2013, 18:13

Gabriel se pasó una mano enguantada por el cabello, retirándoselo parcialmente del rostro. Miró hacia los lados, murmurando palabras ininteligibles para Aris, no por pertenecer a un idioma diferente, sino por el tono susurrante con el que eran pronunciadas. Sin embargo, por sus gestos la joven pudo deducir que había algo que no funcionaba bien en aquellos momentos.

-Hemeris, me frustra ser el único que hable aquí, ¿comprendes? … ¡Oh, claro, no puedes pronunciar ni una mísera palabra! Esto es tan aburrido…Si no tuvieras magia, no tendrías ese brazalete puesto y la situación se animaría mucho más. Pero, querida mía, tengo que tomar precauciones…No me gustaría que me quemases el pelo, me costó lo suyo dejármelo medianamente largo. Una pena que tú te lo hayas cortado, probablemente te gustaría tu melena, ¿verdad? Claro que sí, tienes una cara de pena que me llega a irritar sobremanera.

Aris frunció el ceño, apretando fuertemente los puños, mientras su rostro sufría una rápida transformación de la tristeza a la rabia. El hombre comenzó a encoger los hombros levemente, intentando contener la risa, pero no pudo evitar echarse a reír fuertemente.

-Querida, mis disculpas. Todavía puedes hacerme reír. Sólo de imaginarme que tú puedas imaginarte que puedes hacer algo contra mí… ¡Hemeris, analízalo bien! ¡Es de lo más gracioso! Si no eres más que una criaturita, con darte un golpe en la frente, podría dejarte fuera de combate-comentó, sonriente, dándole un pequeño toquecito en la frente con un dedo-. ¿Sabes? Creo que eres la persona más joven con la que he tenido el honor de tratar. Espero que no me tilden de asaltacunas por esto, ensuciaría mi reputación, ya sabes. Y si hay algo que no soporto, entre otras muchas cosas, es que manchen mi reputación. Ah, que se te quite la idea de la cabeza de hablar sobre mí cuando salgas de aquí…Más que nada porque no saldrás con vida, creo que te lo dije. Sólo quería aclararlo, claro-carraspeó, adquiriendo una actitud que pretendía ser respetuosa-. Bien, Hemeris, ¿unas últimas palabras?

La joven tuvo la suficiente valentía como para alzar irónicamente una ceja, haciendo que Gabriel diera un golpe en su palma con el puño, lanzando una exclamación.

-¡Cierto, si no puedes hablar! Perdona mi mala memoria, un servidor tiene tantas cosas en las que pensar…Bueno, no perdamos más el tiempo. Sígueme, Hemeris.

El hombre se dio la media vuelta, echando a andar con tranquilidad por el lugar, seguido de una taciturna Aris. La muchacha se miró el brazalete, mareándose al ver los adornos moverse continuamente, sin orden ni concierto, mezclándose unos con otros. Movió la cabeza levemente, tratando de despejarse, y se concentró en observar todo cuanto la rodeaba. Un escalofrío recorrió su columna; no había nada que le gustase de aquel sitio, pero la sensación de temor comenzó a aumentar a medida que se internaban en la cueva. Se pasó las manos por los brazos, tratando de cobijarse en su propio abrazo.

-Hemeris, ¿estás bien? ¿Tienes miedo? Oh, no te preocupes. El único peligro de aquí soy yo…-Gabriel se dio un par de toquecitos en la barbilla, pensativo-. Retiro lo dicho, tal vez deberías preocuparte. Pero no mucho, tranquila.

Aris hizo rodar sus ojos, suspirando, y trató de ignorar a Gabriel. Era de lo más irritante, no lo soportaba. Además, lo temía. No le gustaba admitirlo, pero era un hecho: sentía un temor atroz hacia aquel hombre, era una persona de lo más retorcida y escalofriante. Si por ella fuera, echaría a correr en dirección contraria y huiría muy, muy lejos de él. Pero era algo tan absurdo que, de haber podido, se hubiera reído con amargura. No podía escapar de Gabriel, era del todo imposible. De intentarlo, sólo conseguiría uno de sus sádicos castigos, seguido de un estúpido discurso y una sonrisa desquiciante. A la muchacha le haría feliz estrangularlo con sus propias manos.

-Tienes unos cambios de humor que me preocupan, Hemeris-dijo Gabriel, mirándola de reojo-. En serio, deberías de haber visitado a un loquero. Te recomendaría uno, pero… ¿para qué? Vas a morir dentro de poco, no merecería la pena hacerte recomendaciones. En fin, dejémonos de tanta charla insustancial…Pasa, querida. Este lugar es más espacioso que el otro, podrás respirar mejor.

Gabriel se hizo a un lado, haciendo un gesto a Aris para que se internara en el lugar. La joven así hizo, mientras la sensación de miedo no hacía más que aumentar, haciendo incluso que comenzara a tiritar. El hombre lanzó un irritado suspiro, colocando una mano sobre el hombro de la muchacha.

-No tiembles tanto, no pasará nada que no sepas. Te he tenido sobre aviso desde que veníamos de camino, ¿de qué tienes tanto miedo? A no ser…Ooooh, entiendo, entiendo…Mi suerte no deja de aumentar, querida Hemeris. Bien, me parece que este lugar será perfecto…Además, mira qué vistas más bonitas tienes. No te podrás quejar, ¿verdad?

Aris inspeccionó la zona, sin poder encontrar ni una sola vía de escape que estuviera a su alcance. Las únicas aberturas en la roca estaban lo suficientemente alejadas unas de las otras como para que Gabriel tuviera tiempo de cazarla mucho antes incluso de que pudiera siquiera intentar huir. La joven levantó ligeramente la mirada, observando de reojo al hombre que la había secuestrado, y posó la vista de nuevo sobre el brazalete. Ojalá supiera la forma de librarse de todo aquello. Tal vez no fuera más que una pesadilla…Aunque, de ser así, ya podría haberse despertado antes. Motivos para despertarse sobresaltada no le habían faltado, desde luego.

-Hemeris, ven aquí-dijo Gabriel, sin dejar de mirar las intranquilas aguas que rodeaban la roca-. Vamos a divertirnos un rato…

La muchacha no se movió ni un centímetro; estaba completamente paralizada, sentía tanto miedo que incluso no podía llorar. Gabriel frunció el ceño, se acercó a Aris y cerró una de sus manos alrededor de su cuello, mientras sus ojos lanzaban chispas.

-Estás acabando con mi paciencia, querida…Y eso que suelo ser bastante tolerante, aunque no te lo haya parecido. Así que ya puedes obedecer todas y cada una de mis órdenes a partir de ahora si no quieres que haga algo realmente cruel. Ya habrás adivinado lo retorcido que puedo llegar a ser, ¿cierto? Perfecto, porque quiero que no se te olvide nunca.

Aris se sobresaltó, no tanto por las palabras de Gabriel como por la extraña opresión que sentía alrededor de su tobillo, como si algo estuviera agarrándolo fuertemente. Miró de reojo hacia abajo y, de haber podido gritar, probablemente dicho grito hubiera dejado sordo a todo ser vivo a varios kilómetros a la redonda. El hombre siguió su mirada, enarcó una ceja y lanzó una exclamación de sorpresa cuando el cuerpo de la joven salió volando, lejos de su alcance.

-¿¡Pero qué…!? ¡Oye, tú!-gritó, señalando al enorme pulpo que había surgido del agua y que había apresado a Aris con uno de sus tentáculos-¡Yo me encontré primero a esa joven, así que sería muy considerado por tu parte el que me la devolvieras, querido amigo! Además, dudo mucho que ella prefiera estar contigo. Eres feo, pegajoso y tienes un color vomitivo. Sin embargo, yo soy mucho más atractivo. ¡Hasta un ciego se daría cuenta!

La gigantesca criatura agitó fuertemente el tentáculo con el que apresaba a la muchacha, lanzándola hacia Gabriel, haciendo que se estrellara contra él y que ambos salieran disparados hacia atrás. El hombre agitó levemente la cabeza, despejándose, y miró a Aris, a la que mantenía firmemente agarrada para que no pudiera levantarse y echar a correr.

-¿Has visto, Hemeris?-dijo, sonriente-El pulpo sabe que prefieres mi compañía a la suya. Un tipo inteligente, ¿verdad?

No obstante, un par de tentáculos se deslizaron por la roca hasta agarrar tanto a la muchacha como a Gabriel, y alzó a ambos en volandas como si fueran meros muñecos. El hombre farfulló algo, irritado.

-¿¡Se puede saber qué te pasa conmigo!? ¡Oh, vamos! Argh…-cruzó los brazos sobre el pecho, balanceándose ligeramente, boca abajo-Hemeris, te prometo que esto no entraba en mis planes. Créeme, perder el tiempo con un pulpo…No, desde luego que no lo tenía pensado. Eh, amigo, te propongo un trato-le dijo al monstruo-. Tú me sueltas y yo te doy las gracias. Es una ganga, ¿qué me dices? Oh, mira, querida, es tan callado como tú.

Dicho esto, el hombre se empezó a reír, como si hubiera contado el mejor de los chistes. La muchacha suspiró, pensando que su cabeza acabaría explotando entre la incómoda posición en la que se encontraba y el absurdo monólogo de Gabriel. Por lo menos, gracias a ese pulpo se había librado de lo que le fuera a hacer el maniático tipo que la había secuestrado.

-Bueno… ¿cuánto tiempo piensas tenernos así, Señor Pulpo? Esto empieza a ser tan aburrido…Con los fantásticos planes que tenía y vienes tú y me los arruinas. ¿No tenías cosas mejores que hacer, como ser la comida de algún buen restaurante? Oh, a mí se me da bastante bien cocinar. Podría hacer de ti un exquisito manjar. Te cortaría en pedacitos y…Espera un segundo, creo que Hemeris quiere decirme algo-el hombre miró a la muchacha, alzando una ceja-. ¿Sabes que es de mala educación interrumpir una conversación?

Aris frunció el ceño, ignorando el estúpido comentario, y se señaló el brazalete, haciendo un gesto tajante con la mano, dando a entender que quería librarse de él. Gabriel se acarició la barbilla, pensativo.

-Me estás proponiendo que te quite el brazalete, ¿no? Pues…Lo siento, pero mi respuesta es negativa. No insistas.

La joven chistó, frustrada. Si pudiera usar sus poderes, podría librarse de los ataques de aquel pulpo que, al menos de momento, parecía inofensivo. O, mejor dicho, no tan ofensivo como se esperaría, ya que lo único que hacía en esos momentos era chapotear por el agua, golpeando la cristalina superficie con los tentáculos; pero su aparente manso comportamiento no implicaba que no fuera una criatura agresiva.

-¡Guao!-exclamó Gabriel, dando un largo silbido, cuando la criatura volvió a lanzar por los aires a Aris-Buen lanzamiento, amigo. Creo que te has superado a ti mismo. Uhm… ¿por qué me miras así? No me irás a hacer lo mismo, ¿verdad?

Aris se chocó contra el suelo, rodando por este unos cuantos metros antes de que pudiera detener el doloroso recorrido. A duras penas, consiguió ponerse en pie, mientras miraba su cuerpo lleno de pequeñas y sangrantes heridas. Sin embargo, no era eso lo que le preocupaba. En esos instantes, sentía que un torrente de fuego recorría sus venas, como si su propio cuerpo fuera a estallar en llamas de un momento a otro. Se miró el brazalete con horror, tratando de arrancárselo, sin resultado.
De pronto, hubo una explosión y, al disiparse la humareda provocada por esta, pudo verse el cuerpo inconsciente de la muchacha en el suelo, con pequeñas volutas de humo emanando de su ardiente piel.

-Genial, ahora tendré que hacerme con otro brazalete-dijo Gabriel, chistando.

Efectivamente, el hombre se había quedado sin brazalete. Este permanecía aun sobre la muñeca de Aris, pero podía verse claramente que estaba totalmente quemado. No era más que un trozo de metal inútil.
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by Nube de oscuridad » 09 Jan 2013, 19:58

El chillido de lo que parecía un águila se hizo eco en aquella sala de dantescas dimensiones. En un espectáculo de llamas y vientos huracanados un ave, que pareció salir de la nada arremetió con sus garras contra él gran pulpo. Sus plumas, de colores rojos, anaranjado y amarillo iluminaron toda la sala.

El octópodo salió despedido hacía atrás, obligandole a soltar a Gabriel por el efecto del impacto.

Los tentáculos de la bestia ahora atacaban a fénix, que esquivaba elegantemente todos y cada uno de ellos, burlándose de su rival. El Eidolon tenía una clara ventaja, y en ningún momento se dejó golpear. Ascendía hacia el techo de la cueva y descendía intentando golpear.
Finalmente un tentáculo hirió a Fénix. Su chillido de rabia perforó el aire. Sus plumas se tornaron negras como la noche, y la sala quedó a oscuras durante unos segundos.

El fuego negro surgió en el aire, las llamas oscuras danzaron junto con el viento, arremolinándose alrededor del monstruo marino, que emitiendo un grito de dolor, huyó, escondiéndose en las profundidades.

Abel entró despacio en la sala, con la katana en la mano derecha y la lanza en la mano izquierda. Su cara era sería, pero sus ojos grisáceos se habían tornado completamente negro. A través de ellos se veía la muerte y el sufrimiento y, como un agujero negro, parecían devoraban cualquier resquicio de luz.
Mog, gritando “kupó” miles de veces se adelantó, deteniéndose junto a Aris. Su pompón emitió un calmado brillo, intentando transmitirle a Aris calma y serenidad mediante el vínculo eidolon-invocador.
Abel se detuvo frente a Gabriel, con sus armas en la mano mientras Bennu volaba en círculos sobre su cabeza, emitiendo a ratos un espeluznante chillido. Sus ojos negro, que reflejaban la más profunda oscuridad del universo se posaron en los de aquel elegante hombre.
La oscuridad bailaba a su alrededor mientras la niebla se acumulaba junto a ellos. Ambas miradas, emanadoras de oscuridad, consumidoras de luz, creadoras de muerte, se cruzaron, en un sombrío duelo.
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by TashitaDissidia » 09 Jan 2013, 22:48

Una asfixiante sensación se cernía sobre Aris. La muchacha no podía respirar, las llamas la rodeaban de tal manera que creía que moriría sin remedio, en medio del fuego, mientras este consumía su cuerpo hasta reducirlo a cenizas. La muñeca donde llevaba el brazalete le dolía horrores, era un dolor tan sumamente intenso que, al cabo de unos segundos, apenas lo podía apreciar.

Sin embargo, la sensación desapareció tan repentinamente como había aparecido y, en mitad de aquella repentina calma, escuchó una voz que le era de lo más familiar.

Abrió los ojos poco a poco, con cierta dificultad, y estiró los labios en una pequeña sonrisa al ver una bolita blanca, algo rosada, que no paraba de gritar ‘’¡kupó!’’ una y otra vez. La joven alzó una mano y acarició la cabeza del moguri.

-Qué raro…haber estado tanto tiempo sin ti, Mog…-murmuró, haciendo un gran esfuerzo para poder mover adecuadamente los labios al hablar.

-¡Voy a matar a ese tipo, kupopóooo!

Aris se incorporó, tratando de respirar con normalidad, y se quedó completamente estática al observar lo que sucedía a su alrededor. Abel se encontraba allí, mirando un punto fijo, y emanaba una oscuridad tal que la joven se alejó de manera inconsciente, cogiendo al alterado moguri. Elevó la vista, viendo una escalofriante sombra revoloteando por el lugar, y su resquemor aumentó hasta casi paralizarla de nuevo. Sabía que nada bueno saldría de ahí…y no quería ni pensar en lo que podría pasar. Ni siquiera se planteó acercarse a su compañero, probablemente no estaba en condiciones de razonar decentemente; al menos, eso le parecía a la joven.

-Mog, quieto-ordenó en un mero susurro.

La criaturita refunfuñó, pero decidió obedecer, y ayudó a Aris a deshacerse del maltrecho brazalete. Cuando este cayó al suelo, produciendo un ruido seco, la joven pudo ver, con horror, cómo se habían grabado en carne viva en su muñeca los símbolos impresos en el objeto. Era obvio que eso no le impediría realizar sus hechizos, pero sin duda era algo que la espantaba. No quería tener en su piel el sello de un loco como Gabriel.

Por su parte, éste había aterrizado tranquilamente sobre la roca cuando el pulpo le soltó a consecuencia del golpe de una gigantesca ave, y, mientras ésta y el monstruo comenzaban a batallar, Gabriel se dedicó a arreglarse el cabello, hasta que Abel irrumpió en el lugar. Al ver al joven, se rió, posando la vista en él, aunque ignorando su peligrosa mirada.

-Oh, mira, Hemeris-comentó alegremente el hombre, estirando el labio superior en una sonrisa, observando a Abel-. Han venido tus amigos, el mono de feria y…bueno…No sé cómo llamar a esa bola de pelo. ¿Me ayudas, si eres tan amable?

-¡No soy una bola de pelo, kupóoooo!-exclamó el moguri, agitando los brazos.

Gabriel se rió de nuevo, como si hubiera olvidado a la enorme ave que sobrevolaba por allí y a su dueño. O, tal vez, no le daba demasiada importancia.

-A mí me lo pareces, desde luego. Eres redondo y ligeramente peludo. Creo que tienes la suficiente inteligencia como para deducirlo…aunque puede que te haya dotado de ciertas capacidades que en realidad no posees. Hemeris, tienes unos amigos un tanto raros, ¿no crees?

-¿Por qué te llama Hemeris, kupó?

La joven apretó fuertemente los puños. Por fin podía hablar, por fin podía decirle a Gabriel todo lo que había estado acumulando aquella noche…pero se veía incapaz. Le inspiraba demasiado miedo como para hacerle frente, por mucho que lo deseara. Mog miró a su amiga, leyendo en sus ojos el terror que sentía, y no pudo por menos que lanzar una mirada de odio a Gabriel. Nunca había visto en Aris ese sentimiento tan arraigado en su interior.

-Visto que tu amiguita no contesta, lo haré yo por ella-dijo cortésmente el hombre, sin dejar de sonreír, como era costumbre en él-. La llamo así porque no conozco su verdadero nombre, tan sencillo como eso. Y por ese mismo motivo, a ti te llamo bola de pelo y a ti…-volvió a mirar a Abel, pensativo-Mono de feria no me parece muy apropiado. ¿Te gusta más ornitólogo? Lo digo por el bicho ese, doy por sentado que es tuyo-comentó, señalando hacia arriba-. Muy bonito, pero te habrá costado lo suyo domarlo, ¿no? No parece muy manso.

Aris miró de reojo a Abel, temerosa de su reacción. Gabriel no parecía ser consciente del peligro que le acechaba, de lo contrario, mediría sus palabras. O no. Era un tipo de lo más extraño.

-Vamos, Hemeris, únete a la conversación. Aprovecha para charlar con tus amigos antes de que los haga desaparecer de este mundo…cosa que haré dentro de muy poco. Me estorban, quiero dedicarme a hacer otras cosas. No sé si empezar por el ornitólogo o por la bola de pelo…Veamos…

El hombre miró alternativamente a Mog y a Abel, pasándose una mano por la barbilla, pensativo. No obstante, terminó por clavar la vista en el joven, cambiando su expresión por completo. Su sonrisa apenas se inmutó, pero sus ojos parecían escrutar cada parte del alma de Abel, curiosos. Estuvo largo tiempo sosteniendo seriamente su mirada, hasta que, al final, emitió un quedo ruidito, apenas más que un ligero bufido que parecía emular una risita.

-El chaval me daría demasiado la lata…Lo cierto es que hoy no me apetece llevar a cabo un combate que dure más de un par de minutos. Oh, pero recuerda esto, señor ornitólogo…Tú y yo volveremos a vernos las caras. Entonces, estaré de mejor humor y, créeme, lo lamentarás. Tengo ciertos métodos para torturarte de mil maneras inimaginables incluso después de que te mate con mis propias manos. Destruiré tu cuerpo, lo reduciré a la nada, y retorceré tu alma de tal manera que tu odio será lo suficientemente intenso como para sobrepasar la misma muerte. Hasta entonces, sigue con tus avecitas. Puede que encuentres trabajo en algún circo, piénsalo. Es buena idea, ¿no crees?-miró a Aris, haciendo una ligera reverencia-Hasta más ver, querida Hemeris.

Dicho esto, su cuerpo se vio rodeado de una extraña oscuridad en la que la muchacha pudo ver, con horror, rostros muertos, suplicantes, que desaparecían y aparecían, superponiéndose unos a otros. Cuando se disipó, Gabriel había desaparecido.

La joven dejó escapar un profundo suspiro, en parte aliviada al haberse librado por fin de aquel odioso hombre, en parte preocupada por el estado de Abel. Miró al chico, tratando de decir algo, pero era incapaz de reconocer a su amigo en aquellos oscuros ojos que no reflejaban más que muerte.
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Re: Rol FF Nube de Oscuridad y TashitaDissidia [privado]

Post by Nube de oscuridad » 10 Jan 2013, 11:08

Recordaba aquella sensación. Su mente se había hundido, y todo su ser se encontraba en medio de un océano que parecía no tener límites. No podía tomar el control de su cuerpo. Iba a la deriva, dejando que la corriente le llevase.

Había sido aquel hombre. Verlo había provocado que toda la maldad de su interior se removiese con fuerza, ansiosa por salir. Y lo había conseguido en el momento en el que sintió en sus carnes el latigazo que había recibido Fénix.

A su mente llegaban las imágenes de todo aquello que veían sus ojos, ahora movidos por la oscuridad. Distinguió a Aris. Quiso suplicarle que huyese, que se alejase de él, incluso que le matase antes de que él hiciera lo propio con ella.

La oscuridad se concentró. Algo estaba llamando su atención. El mar sobre el que flotaba Abel se revolvió. El “agua” creaba remolinos y las olas ascendían más allá de lo que podía percibir.

Desde aquel acuoso infierno pudo oír a Gabriel. Todas y cada una de sus palabras perforaron su ser. Se sintió furioso. Quería matarlo. Quería hacerle pagar por todo lo que había hecho. Se dejó llevar por oscuridad. El agua que formaba aquel océano, que no era más que la manifestación de la oscuridad en su mente comenzó a penetrar en él. Sus pensamientos y sus recuerdos se fueron nublando poco a poco. Estaba relajado. Dar la bienvenida a la oscuridad le resultaba satisfactorio y placentero. Cuando su poca consciencia se dio cuenta de lo que ocurría ya era demasiado tarde.

-Aris, corre

Con sus últimas fuerzas había conseguido hacer que su cuerpo, ahora un simple recipiente de oscuridad, advirtiese a su amiga del mortal peligro en el que se encontraba.
Luego, dejó de ser.



-Al fin- dijo mientras se giraba hacia Aris.- Después de tantos años hemos conseguido hacernos con el control de tu amigo. Sin ti nunca lo hubiésemos conseguido.

Miró a Aris directamente a los ojos. Su mirada ya no desprendía oscuridad. Ahora su mirada era oscuridad. Nada parecía indicar que Abel siguiese vivo dentro de su propio cuerpo.

-Por supuesto también le debemos dar las gracias a Gabriel. Nuestro hermano ha sido muy amable al ayudarnos, no solo a tomar el control, sino ha hacer que ese amigo tuyo nos aceptara.

Se acercó a ella y guardó sus armas. Pasó su mano por la barbilla de la joven e inspeccionó su cara con curiosidad.

- Ciertamente eres una hembra bastante bella. Una pena que el cuerpo de Abel no esté interesado en mujeres- comentó, con desgana mientras se encogía de hombros. Luego desvió la mirada hacia arriba apoyando su barbilla contra su mano.- Pero ahora que lo pienso eso era algo que no quería decir.

Soltó una pequeña carcajada, a modo irónico

-Sois tan simples. No deberíais darle importancia a esas cosas, pero los humanos sois así. Supongo que por eso no decía nada

En un rápido movimiento, cogió a Aris de la muñeca y observó las marcas del brazalete. Luego, negó con la cabeza al tiempo que suspiraba

-Que desconsiderado ha sido nuestro hermano- dijo, con un tono escandalizado.- Mira que no permitirte expresar tu opinión.

Volvió a encogerse de hombros, dejando patente que los métodos de Gabriel no le importaban.

-Quizás te tuviese miedo. O quizás simplemente no te quería oír quejándote rítmicamente. Cuando estábamos confinados dentro de Abel jamás soportamos esa faceta tuya. Si bien es más soportable que el pedante del moguri- añadió, dedicándole una mirada

Comenzó a caminar por la estancia, pensativo. De vez en cuando miraba a Aris, como si estuviese pensando que hacer con ella. Finalmente, lanzó una sonrisa.

-Decidido. No te mataré. Por supuesto tampoco te torturaremos ni seremos tan crueles, como nuestro hermano. A no ser claro, que prefieras que lo seamos, por supuesto

Alzó la mano, dejándola paralela al suelo, y emitió un rayo negro contra la pared, desintegrandola. Ahora se veía el exterior. Una pequeña pradera seguida de desierto.

-Te estaremos esperando en el castillo de Damcyam, en medio del desierto. No tiene perdida, sus ruinas se ven fácilmente.

Miró a Bennu y luego comenzó a caminar hacia la salida. Respondiendo a su señal, el ave se lanzó sobre él, envolviendo a ambos en una esfera de llamas negras, que se disipó, dejando ver a un Abel, o al menos a su cuerpo, con una armadura negra cubriéndole su tronco, un casco con forma de la cabeza de Bennu protegiendo la cabeza, y unas alas oscuras a su espalda. Se miró, satisfecho.

-Abel sabía hacer cosas interesantes. Y por cierto- comentó girándose hacía Aris.- Te recomendamos que vengas a hacernos esa visita, Heremis. Quien sabe lo que podríamos hacer con el mundo si no nos detienes. Además, supongo que será un buen reto para ti intentar salvar a tu amigo. Y en el castillo lo averiguaras todo sobre él. ¿No es esa la mayor ambición de los humanos? El conocimiento.- Volvió a encogerse hombros, como acostumbraba a hacer cada poco- Todo se resume en que, o acabas conmigo, o yo acabo con todos

Tras hacer un gesto de despedida alzó el vuelo, alejándose hacia el cielo, para desaparecer entre las nubes en un brillante destello negro, que sumió en la oscuridad, durante un instante, todo lo que alcanzaba la vista.
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