La cabeza le daba vueltas y le dolían todos los huesos del cuerpo. ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era ser engullido por la Oscuridad de Anima...
- ¿Do... dónde...?
Cuando por fin consiguió centrarse, vio que se encontraba en el patio.
- No lo entiendo... Rukawa... ¿por qué?
Una punzada de dolor hizo que se llevara las manos a la cabeza, y en ese momento escuchó una risa femenina a su lado.
- ¡LEON! ¡tú y yo aún tenemos algo pendiente!
- ¿Quién...?
- ¿Quién soy? ¿Ya te has olvidado de mí? ¡En guardia!
Leon no se encontraba en condiciones de aguantar otra batalla ahora mismo, pero no tenía escapatoria. Tenía que luchar.
Etna desenfundó su baraja y atacó sin piedad. Leon ni siquiera tenía fuerzas para parar los ataques, que iban destrozando cada vez más su ya maltrecho cuerpo. Tras la primera oleada de ataques, Leon cayó de espaldas, cubierto de sangre. Gastó sus últimas fuerzas en llevarse la mano al corazón, donde guardaba la pluma negra. Y entonces ocurrió de nuevo, tal como había hecho anteriormente en la pelea con el Rey. La pluma entró en contacto con la sangre de Leon, que en esos momentos estaba por todas partes, y una esfera oscura apareció sobre ella.
- Ixion... Valefor... -La mente de Leon procesaba a toda la velocidad que le permitían sus heridas mortales, pero aún así se dio cuenta de que aún podía salir de aquella- ¡Martillo de... devastador!
Le costaba pronunciar cada palabra y la sangre salía de su boca con el menor esfuerzo, pero aún así, la esfera empezó a girar a toda velocidad, estalló en una luz roja, y de ella salieron una vez más Ixion y Valefor. Sin fuerzas para hacer nada más que contemplar a las majestuosas criaturas, dejó que éstas completaran su ritual mientras cargaban el Martillo Devastador.
Pero algo iba mal.
El rugido de los eones le heló la sangre a Leon. No era un rugido de poder, como el que había oído en la azotea. Parecían... enloquecidos. Fuera de control.
Ixion comenzó a lanzar rayos al azar por todo el patio, y luego se lanzó contra su maestro. El cuerno gigantesco se hundió en el pecho de Leon y salió por su espalda. Los ojos se le abrieron por completo, en una mezcla de terror e incomprensión.
- ¿Por... qué...?
- ¿No lo entiendes, Leoncito? No tienes energía vital suficiente para crear el Vínculo de Oscuridad Eterna con tus eones. Has intentado abarcar un poder mucho mayor del que podías controlar, y ésa ha sido tu perdición, como la de muchos Oscuros antes que tú. Pero no te preocupes, acabará pronto. En cuanto mueras los Eones se irán contigo. Y a eso puedo ayudarte. ¡¡RUGIDO OCEÁNICO!!
Mientras Leviatán se acercaba a dar fin al combate, Leon recordó la batalla de la azotea. Todo había sido distinto, los eones y él eran como un solo guerrero, compartiendo la fuerza vital. En esta ocasión no había podido ni para hacer la invocación correctamente, mucho menos unir sus fuerzas con ellos. No había conseguido controlarlos. Ahora lo entendía. Cerró los ojos y sonrió. Su último pensamiento fue para Kué.
Leon corría por el desierto, y su chocobo negro iba en pos de él.
Parecían buscar algo, sin llegar a encontrarlo. De vez en cuando cambiaban de dirección, intentando encontrar la salida de aquel paisaje hostil. Cuando paró un momento para coger aire, Kué le dio un picotazo amistoso en el hombro para que levantarla la cabeza.
- Kué -dijo Kué.
Leon miró hacia el frente y distinguió una pequeña luz que brillaba en el horizonte.
- ¡Allí están! ¡Vamos, Kué!
Montó en el chocobo de un salto y salieron al trote hacia el destello que habían visto. A medida que se acercaban, comprobaron que allí donde brillaba la luz acababa el desierto y empezaba un pequeño bosque. Aceleraron aún más el paso para llegar allí cuanto antes, riendo y lanzando alaridos de felicidad.
Cuando llegaron allí vieron de dónde provenía el destello. Leon, con el pelo más claro y montado en un chocobo amarillo, les estaban esperando. Redujeron la marcha y Leon Oscuro se bajó del chocobo. El otro Leon hizo lo mismo, y se quedaron frente a frente. Leon Oscuro bajó la cabeza, avergonzado, sin saber muy bien qué decir. Tenía tantas explicaciones que dar y no sabía cómo empezar...
Entonces notó una mano apoyándose en su hombro, y cuando levantó la vista vio a Leon sonriendo, con una mirada de comprensión. Leon Oscuro dudó, pero vio que sus sentimientos eran verdaderos y, sonriendo a su vez, le abrazó mientras dejaba caer una lágrima sobre su hombro.
Títulos de crédito mientras los dos Leones recorren el mundo montados en sus chocobos, se paran en un río a beber, se los llevan a un pub de bailarinas o se van a una posada y los chocobos se apropian de las camas y ellos tienen que dormir en el suelo. Fundido a negro.
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