Post
by will-o-the-wisp » 18 Aug 2012, 14:32
Como probablemente os haya ocurrido a muchos de vosotros, mi contacto con la tecnología fue progresivo. Empecé con cinco años cogiendo el ordenador de casa para pintarrajear con Paint, jugar al Pinball 3D Space Cadet y esas cosas. Después de un tiempo se quedó obsoleto, mis padres compraron otro y ese lo dejaron en mi habitación y empecé a usarlo para escribir historias. Con aproximadamente ocho años me compraron mi primera videoconsola (Playstation) y compaginaba su uso con el "juego tradicional" con muñecos. En esa época mucha gente decía que los videojuegos impedían que el niño desarrollara su imaginación porque ya le daban todo hecho, pero lo cierto es que a mí, tanto los videojuegos como las series que veía en la televisión, me servían de inspiración para crear historias nuevas en mi cabeza.
Con once años me compraron mi primer móvil, porque por entonces vivía en una urbanización y era una buena forma de tenerme localizado. Sin embargo, tenía muy claro que las llamadas costaban dinero y nunca lo utilizaba de forma irresponsable (aunque es un poco distinto al caso actual, porque por esa época no conocía a nadie a parte de mi familia a quien llamar). Una vez llamé a un teléfono porno de estos que salían en el teletexto por curiosidad. Evidentemente, mis padres lo vieron en la factura y me explicaron de forma tranquila y comprensiva que no debía volver a hacerlo, porque costaba dinero y en el fondo era algo inútil. No lo volví a hacer porque entendí por qué no había que hacerlo.
Con doce años empecé a usar internet activamente, visitando sitios de cosas que me interesaban (Pokémon, Harry Potter, anime, etc.), empezando a conocer a gente e incluso aprendiendo cosas para hacer mis propias páginas web. Durante un tiempo tuve la falsa sensación de que esconderme tras la pantalla del ordenador me permitía hacer lo que quisiera, y troleaba en chats y foros, pero enseguida me di cuenta de que era posible localizarme y que mis actos en la red podían tener consecuencias. Esto es algo que tuve que aprender por mí mismo, ya que mis padres no usaban internet de la misma forma que yo y no podían saberlo.
Con el tiempo aprendí a navegar por internet de forma correcta. Cosas como no escribir con mayúsculas en un mensaje, no hacer clic en banners de publicidad, cerrar las ventanas autoemergentes, distinguir los sitios de porno seguros de los que te meten virus, no bajar archivos .exe indeseados, tener una cuenta de correo solo para spam, no ofenderme por mensajes de trolls, descartar películas con audio latino, etc. son cosas que tuve que aprender por mi cuenta. En definitiva, equivocarme me ha ayudado a saber cómo comportarme en internet.
Ahora los tiempos han cambiado y es evidente que han aparecido nuevos problemas. Cuando yo empecé, lo más parecido a una red social eran los chats de IRC, y había una clara separación entre el mundo real y la red. Si yo me equivocaba, nunca repercutía en mi día a día. Sin embargo, ahora una equivocación de esas (meterte con alguien que no debes, colgar cierta foto o poner tu número de tarjeta de crédito en un sitio poco fiable) puede tener unas consecuencias muy graves. Y ahí es donde debe actuar nuestra generación, la que ha aprendido todas esas cosas por su cuenta.
La tecnología ofrece una cantidad infinita de posiblidades que ya no es posible rechazar si se quiere formar parte de la civilización. Por ello, cuanto antes se aprenda a usar, mucho mejor; pero no hay que perder de vista los riesgos que puede tener. Lo ideal es que los niños tengan la oportunidad de aprender lo que sea y que los adultos estén ahí para ayudarles y protegerles.
Lo que no quita que me dé rabia ver a niños malcriados a los que se les regalan iPads como si fueran juguetes.